Tengo un sabor muy agridulce, muy a mirra. Me siento en una sociedad que se hace la ciega ante problemas solucionables y de seres cortísimos de conciencia, que cuando se formaron humanamente, en sus bocas no faltaban y sobraban las gracias. Profesionales del descaro, que olvidan algo tan importante, como abrirles sus puertas a sus familiares. Jesús consideraba a sus discípulos hermanos, más, el sarmiento hace crecer por igual el racimo de uvas, cual hoja que reparte su conocimiento por igual, hasta la ramificación mas perdida de las entrañas de las hojas. El "yo" es tan necio, que no sabe compartir su conocimiento con el "tú".
La palabra Iglesia siempre debe llevar a un abrazo fraterno y nunca a un escalofrío. El ministerio de Jesucristo, empieza en el umbral de cada casa y no tiene término, porque los caminos de la bondad y de la solidaridad no tienen fin.
Las Sagradas Escrituras tienen la virtud de renovar almas, hasta la más yerma. Nuestro comportamiento con nuestros hermanos, es un nítido reflejo de nuestro interior. Qué el Cosmos describa fielmente quien somos cada uno de nosotros.
José Antonio Guzmán Pérez
Recordatorio Calvario de Iris