Todo comenzó con una carta que el doctor Carlos Vara Thorbeck, jefe de Cirugía del Hospital Clínico Universitario de Málaga y hermano de la Cofradía de El Rico, envió a la junta de gobierno en 2003. El doctor Vara se encontraba en la localidad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, situada al este del país, a orillas del río Piraí, para realizar labores humanitarias, y en aquella carta solicitaba que la hermandad destinara cualquier tipo de ayuda a la zona. Allí había conocido de cerca el trabajo desempeñado por Nicolás Castellanos, religioso español establecido en el país latinoamericano y cuyas misiones le valieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998.
José Rivas, compañero de profesión del doctor Vara y conocedor de que el convento de Santa Mónica de Santa Cruz de la Sierra necesitaba una campana, propuso que se donara la antigua campana del trono de Jesús El Rico. El gesto fue aprobado por unanimidad y, desde entonces, el sonido diario de la antigua campana repica a nueve mil kilómetros de su lugar de origen.
El donativo fue entregado junto a numeroso material médico, como dos lámparas de quirófano o un aparato de rayos X. En el escapulario de la cofradía correspondiente al mes de marzo de 2004, el doctor Vara escribió una entrañable carta firmada por la campana: «Mi convento no es importante ni majestuoso, como los que albergan a mis hermanas mayores allí, en España. Es un monasterio muy pobre y pequeño, pero el jardín enmarcado por el claustro es maravilloso. Reciban todo mi agradecimiento por mi nuevo destino. Desde luego, mi trabajo no es tan admirado y famoso como antes, pero sí apasionante y fructífero».