Los seres humanos tenemos la facultad ilimitada de inventar, de reinventar, de deformar, y, por supuesto, de mentir. En ocasiones, la secuencia entre la invención y la mentira es muy sutil, tanto que con frecuencia la inteligencia es capaz de volverla invisible para que sea imposible saber dónde empieza una y dónde termina otra.
En otros momentos, el pasarse de listo y la imperiosa necesidad de “ser”, de fabricar verdades propias y de deformar la realidad enlaza invención y mentira con una verosimilitud impecable e implacable. La invisibilidad de la trama depende de las “virtudes” de quienes las tejen y las destejen, pero también de las de quienes las oyen y las desoyen.
Y aquí aparece la figura del neo-dictador cofrade que trata de dirigir las cofradías como si fueran administraciones autocráticas, equiparándolas a la política. Lo que se conoce como neo-dictadura deja en manos de un gobernante el pleno control de todos los otros poderes que le otorga su cargo, gracias a lo cual puede manejar a discreción las formas y los espacios autoritarios que ese completo dominio de los poderes le permite tolerar. Así, manipula, descabeza liderazgos, persigue selectivamente, hostiga la libertad de expresión, y somete a su control cuanto se le antoja...
Neo-dictadura que no significa una dictadura tradicional, si acaso es más perversa en buena parte de su proceder, pero se asimila plenamente a la convencional en su afán de control hegemónico y continuista del poder, ya que es habilidosa en el cuidado de ciertas apariencias, y al respecto concentra sus esfuerzos para mantener y exhibir la llamada legitimidad de origen. En el fondo no es más que una dictadura disfrazada de ropajes democráticos.
Una de las máscaras preferidas del neo-dictador es la palabrería. Esa incesante verborrea que adorna todos los desmanes, y hasta los presenta ante la opinión pública de forma exactamente contraria a lo que son, eso sí, acompañados por un séquito de cómplices vasallos que actúan siempre a la orden de su mandatario.
Pero el autoritarismo, el dirigismo y la censura a formas de vida, de asociación, de expresión de ideas y libertad de opinión tienen hoy poco recorrido, por lo menos en lo que respecta a la lógica y al sentido común.
¿Quiere esto decir que los gobernantes siempre mienten? No. También pueden expresar una imprudente verdad, pero disimulada y encubierta, disfrazada de lo que no es. En otras palabras, no siendo verdad verdadera, que sería como la doble verdad, usted me entiende, la que no admite discusión ni duda alguna.
Y es que todos sabemos que cuando se miente no solo se esconde la verdad, también la cobardía. Y el cobarde no es el que ignora lo que es justo, sino el que, sabiéndolo, no lo realiza.
Mª del Carmen Hinojo Rojas
Recordatorio El Candil