Hubo una época distinta de la ciudad, un instante que se alargó en el tiempo para esconder los secretos, alargar la leyenda, dar cuenta de un antiguo oficio, parte del pasado, parte del presente que llegó a nuestras manos.
Fue una tarde de otoño cuando conocí a su abuelo. El hombre que, sobre su gesto amable y las arrugas de la frente, llevaba impresa una parte fundamental de la historia de la Semana Santa.
Lo que no recuerdo con precisión fue la primera vez que hablé con su nieto. Seguramente, porque hablar con David fue siempre muy natural, como si toda la vida lo hubiésemos estado haciendo.
Hoy, años después, sé que es un instante favorito habernos conocido. Descubrir que Sáez va más allá aun de ser un apellido de capataces. Que lo mejor -no sé si lo único bueno- de las cofradías es haber tenido la oportunidad de tener al lado a amigos como él.
Blas Jesús Muñoz
Recordatorio De cerca con David Simón Pinto Saéz