Hoy les vengo a hablar sobre un espécimen que pulula por nuestras
Hermandades. Supongo que en otras ciudades también existirá, voy a tratar de
describirle a él y a sus comportamientos y ustedes me dicen. Lo he denominado
el “Nicola Parvus”, el “Pequeño Nicolás” en latín, que siempre queda resultón
para denominar a la fauna y flora. Observarán muchas similitudes entre lo que
les describo y el fantasmilla este que ha dejado con los pantalones bajados a
media España.
La primera característica y quizá la más reconocible es el afán de
protagonismo. No importa cómo, a costa de quién o para qué, su único objetivo
es sobresalir por encima de los demás. Y si para ello tiene que dar codazos o
pisar a alguien, no duda. Ya se sabe que quien no es capaz de brillar con luz
propia suele dedicarse a apagar las del resto a base pedradas. Le gusta abusar
del traje de chaqueta, lo primero es siempre la apariencia, ¡faltaría más!
Estirado, prepotente, y mostrando una aparente capacidad para sentar cátedra en
lugar de hablar.
Normalmente son personajillos deambulantes o nómadas, como ustedes
prefieran. Es decir, no tienen Hermandad fija, sino que van de aquí para allá,
de flor en flor, a ver por dónde pueden sacar cabeza, a ver qué Junta de
Gobierno es más débil para “atacar”. Muchas Hermandades tienen carencias, es
innegable: de gente para juntas de gobierno (aunque sea para hacer de florero),
de capataces, de pregoneros… El “Nicola Parvus” es listo, que no inteligente, y
sabe detectar muy bien dónde está el eslabón débil de una Cofradía, para
situarse ahí en seguida y hacerse notar, mostrándose como la panacea para todos
los problemas.
Básicamente, y ajustándose al dedillo con el símil que he elegido para
describir a estos cofraditos, son, en esencia, impostores. Capaces de engañar a
cualquier cargo y hacer ver que son unos iluminados que necesitan protección. Se
pueden pasear hasta con medallas distintas de diez Hermandades, ¡o veinte! Y
son capaces de no sentir nada, o casi nada por ninguna de ellas. Se hacen pasar
por cofrades ejemplares, pero en cuanto se escarba un poquito y se levanta el
polvo superficial… se ve la triste y vacía realidad de su ser cofrade. Así,
demuestran su incapacidad en una Cofradía, y en seguida salen en busca de la
siguiente, esa es su rutina vital. Lo cierto es que, en mi opinión (quizá haya
excepciones), no sienten el complejo significado que encierra el término
Hermandad, y el estar en entornos cofrades con tanta asiduidad no repercute en
sus vidas significativamente en una dirección cristiana.
Mi consejo: cuidado con quién se
acerca a las Hermandades y especialmente a las Juntas de Gobierno. Es muy fácil
elaborar un discurso con palabras bonitas y apariencia de veracidad, y
adentrarse en las rendijas que cualquier Cofradía puede tener, ocupando
espacios (cargos) que sin duda otros merecen más. Especial miramiento hay que
tener con los cargos claves de una Junta de Gobierno, que son los más jugosos
para ser “ocupados” por estos especímenes. Que cualquiera no vale para estar en
las Hermandades…
José Barea