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viernes, 23 de enero de 2015

Verde Esperanza: Pereza subvencionada


La semana pasada apostillaba casi al final del artículo que el próximo viernes –por hoy- igual trataba el tema de Podemos y la Semana Santa, pero a mí particularmente comienza a aburrirme y a levantar suspicacias. Y es que no creo que pueda haber polític@s tan torpes para hacer política, ya que para gobernar su ineptitud es manifiesta. A mí aquello de decir en una ciudad con una Semana Santa tan importante como la de Sevilla, que se puede plantear la posibilidad de realizar un referéndum para que el pueblo decida si se continúa celebrando o no, me huele, cuanto menos, raro. Me parece una torpeza política demasiado llamativa. Creo que definitivamente a este partido en concreto lo que le conviene (o ellos creen que les conviene) es que se hable de ellos, para bien o para mal. Lanzar un mensaje para atraer a los sectores más antirreligiosos, que no ateos, de nuestra podrida sociedad, para luego realizar una rectificación para ¿tranquilizar? a aquellos a los que se les ha cuestionado su libertad religiosa. Por ello, en principio voy a rehusar de comentar ninguna barbaridad más de las que se lanzan desde este partido, sus círculos, semicírculos o triángulos.


Pensando sobre qué escribir esta semana, se me grabó en la mente una afirmación que pude leer o escuchar no recuerdo dónde. Venía a afirmar –tampoco recuerdo las palabras exactas- que en las ciudades en las que las Hermandades recibían subvenciones considerables, las propias Cofradías relajaban su actividad de forma peligrosa. Y dándole vueltas y más vueltas a la idea, me gustaría exponer mis pensamientos sobre ella.

Para empezar, vivo en una ciudad en la que si una Hermandad acude a un Ayuntamiento a recibir cualquier tipo de ayuda lo más positivo que se va a encontrar es un “buenos días” (que no es poco). Intuyo que muchas ciudades estarán en la misma situación, no así las capitales, en las que las Hermandades reciben cantidades económicas muy notables. Creo que ya escribí una vez sobre el caso de Sevilla. Pero mi reflexión no la quiero encaminar sobre su caso, puesto que estoy completamente a favor de que una celebración, religiosa (aunque le pese a muchos), que incide de forma muy  positiva sobre la economía de una ciudad, esté favorecida monetariamente por las instituciones locales. Es lo lógico, lo que no tiene sentido es lo contrario. Pero tampoco quiero entrar a criticar al hecho de que en ciudades como la mía las Hermandades no reciban ni un solo céntimo a pesar de toda la gente que sale a la calle para contemplar las procesiones en Semana Santa. No lo hago porque sería abordar temas que me superan, ya que escapa de mi entendimiento por qué un colectivo, como es el de las Cofradías, a pesar de contribuir favorablemente a la hostelería de cualquier ciudad, y de realizar la importante obra social que todas realizan, además de crear empleo, no recibe ningún tipo de apoyo económico. Todos los gastos que éstas han de abordar deben ser sufragados partiendo desde un enorme cero. En cambio, sí se pueden invertir grandes cantidades económicas en el iluminado de Navidad o el de Feria. Vaya usted a saber por qué esa contradicción.

Me gustaría dirigir la mirada hacia la cuestión con la que introducía el tema. ¿Existe relación entre la mayor, menor o inexistente actividad de una Hermandad y la presencia o no de subvenciones? Partiendo de la base de que toda Cofradía tiene un mínimo de actividad (más, o menos), y que pueden existir casos de toda índole: tanto Hermandades “muertas” en ciudades que no perciben ayuda económica por parte de las instituciones, como otras llenas de vidas en ciudades que sí la reciben, en mi opinión sí que existe una tendencia a la relajación y al conformismo en Cofradías subvencionadas.




Y no es una crítica realizada sólo en el sentido de que aquellas Cofradías subvencionadas no tienen que preocuparse por poder pagar los costes de bandas, restauraciones de patrimonio, flores o cera, por tener los gastos cubiertos de antemano. Es un llamamiento a salir de la pereza habitual que ataca a muchas Hermandades. Lo habitual es contentarse con cubrir los gastos, y en los casos en los que no se recibe subvención es aceptable, puesto que ni los artesanos cofrades ni las bandas modifican sus precios en función de la economía de la Cofradía, y hacen bien, no lo niego. Pero estoy convencido de que existen otras que reciben su subvención, y gracias a ella y a la cuota de hermanos pueden afrontar con solvencia los gastos regulares anuales. Estas pueden tener un funcionamiento lento, organizando pocas actividades a lo largo del año, las mínimas para cubrir el expediente. En el polo opuesto están las Hermandades que han de partir desde cero para ser capaces de, por lo menos, sobrevivir a los gastos fijos que existen en un año. Están obligadas a realizar gran cantidad de actividades para recaudar dinero, desde vender pulseras a organizar verbenas. La consecuencia son Hermandades con una vida sana y un ritmo cardíaco adecuado. Se observa en la juventud que se acerca a las mismas, en la alegría de los miembros de la Cofradía, las ganas de acometer proyectos… Siempre pensando en grande, en mejorar al máximo el funcionamiento de la Hermandad.

            La relajación a la que hacía referencia afecta sin duda a la idiosincrasia de una Hermandad. Cuando hablamos de Cofradías “muertas”, a todos se nos vienen a la mente varios ejemplos. Si el corazón de una corporación late con un ritmo más lento, repercute de forma negativa en la vida de Hermandad, expresión que tanto gusto de usar. Y es que quizá caigamos en la tentación de pensar que la única capacidad de atracción que las Cofradías tienen es el día de salida las pocas horas que estén en la calle. Pegar muchos izquierdazos, traer bandas que soplen bien, y levantar aplausos con chicotás memorables. Y eso está muy bien, pero a medio-largo plazo no atrae savia nueva al seno de una Hermandad. Iglesias cerradas, Casas de Hermandad con el cerrojo echado semana sí semana también no son el lugar más propicio para que nadie se anime a formar parte de esta bendita locura desde dentro.

            Haya o no subvenciones, existan más o menos apuros para “llegar a fin de mes” o no, lo importante es que una Hermandad derroche vida y alegría, todo ello alrededor de sus titulares y con el horizonte puesto en Dios. Como he dicho alguna vez, se avecinan tiempos inciertos para el terreno cofrade, y no sabemos hasta cuándo los Ayuntamientos estarán ofreciendo subvenciones. Ojo, que no digo que estas sean injustas, ¡todo lo contrario! Toda Cofradía debería recibir ayuda económica para poder realizar su actividad anual con garantías. Las Hermandades han de rebosar más vida que nunca, hemos de hacer ver lo bonito que es ser cofrade, abriendo tanto las puertas físicas donde nos encontramos, como las puertas de la Cofradía. Que todo el mundo se entere de lo bonito que es ser cristiano, de lo bello de ser cofrade…

José Barea















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