La semana pasada apostillaba casi al final del artículo que el próximo
viernes –por hoy- igual trataba el tema de Podemos y la Semana Santa, pero a mí
particularmente comienza a aburrirme y a levantar suspicacias. Y es que no creo
que pueda haber polític@s tan torpes para hacer política, ya que para gobernar
su ineptitud es manifiesta. A mí aquello de decir en una ciudad con una Semana
Santa tan importante como la de Sevilla, que se puede plantear la posibilidad
de realizar un referéndum para que el pueblo decida si se continúa celebrando o
no, me huele, cuanto menos, raro. Me parece una torpeza política demasiado
llamativa. Creo que definitivamente a este partido en concreto lo que le
conviene (o ellos creen que les conviene) es que se hable de ellos, para bien o
para mal. Lanzar un mensaje para atraer a los sectores más antirreligiosos, que
no ateos, de nuestra podrida sociedad, para luego realizar una rectificación
para ¿tranquilizar? a aquellos a los que se les ha cuestionado su libertad
religiosa. Por ello, en principio voy a rehusar de comentar ninguna barbaridad
más de las que se lanzan desde este partido, sus círculos, semicírculos o
triángulos.
Pensando sobre qué escribir esta semana, se me grabó en la mente una
afirmación que pude leer o escuchar no recuerdo dónde. Venía a afirmar –tampoco
recuerdo las palabras exactas- que en las ciudades en las que las Hermandades
recibían subvenciones considerables, las propias Cofradías relajaban su
actividad de forma peligrosa. Y dándole vueltas y más vueltas a la idea, me
gustaría exponer mis pensamientos sobre ella.
Para empezar, vivo en una ciudad en la que si una Hermandad acude a un
Ayuntamiento a recibir cualquier tipo de ayuda lo más positivo que se va a
encontrar es un “buenos días” (que no es poco). Intuyo que muchas ciudades
estarán en la misma situación, no así las capitales, en las que las Hermandades
reciben cantidades económicas muy notables. Creo que ya escribí una vez sobre
el caso de Sevilla. Pero mi reflexión no la quiero encaminar sobre su caso, puesto
que estoy completamente a favor de que una celebración, religiosa (aunque le
pese a muchos), que incide de forma muy positiva sobre la economía de una ciudad, esté
favorecida monetariamente por las instituciones locales. Es lo lógico, lo que
no tiene sentido es lo contrario. Pero tampoco quiero entrar a criticar al
hecho de que en ciudades como la mía las Hermandades no reciban ni un solo
céntimo a pesar de toda la gente que sale a la calle para contemplar las
procesiones en Semana Santa. No lo hago porque sería abordar temas que me
superan, ya que escapa de mi entendimiento por qué un colectivo, como es el de
las Cofradías, a pesar de contribuir favorablemente a la hostelería de
cualquier ciudad, y de realizar la importante obra social que todas realizan,
además de crear empleo, no recibe ningún tipo de apoyo económico. Todos los gastos
que éstas han de abordar deben ser sufragados partiendo desde un enorme cero.
En cambio, sí se pueden invertir grandes cantidades económicas en el iluminado
de Navidad o el de Feria. Vaya usted a saber por qué esa contradicción.
Me gustaría dirigir la mirada hacia la cuestión con la que introducía el
tema. ¿Existe relación entre la mayor, menor o inexistente actividad de una
Hermandad y la presencia o no de subvenciones? Partiendo de la base de que toda
Cofradía tiene un mínimo de actividad (más, o menos), y que pueden existir
casos de toda índole: tanto Hermandades “muertas” en ciudades que no perciben
ayuda económica por parte de las instituciones, como otras llenas de vidas en
ciudades que sí la reciben, en mi opinión sí que existe una tendencia a la
relajación y al conformismo en Cofradías subvencionadas.
Y no es una crítica realizada sólo en el sentido de que aquellas
Cofradías subvencionadas no tienen que preocuparse por poder pagar los costes
de bandas, restauraciones de patrimonio, flores o cera, por tener los gastos
cubiertos de antemano. Es un llamamiento a salir de la pereza habitual que
ataca a muchas Hermandades. Lo habitual es contentarse con cubrir los gastos, y
en los casos en los que no se recibe subvención es aceptable, puesto que ni los
artesanos cofrades ni las bandas modifican sus precios en función de la
economía de la Cofradía, y hacen bien, no lo niego. Pero estoy convencido de
que existen otras que reciben su subvención, y gracias a ella y a la cuota de
hermanos pueden afrontar con solvencia los gastos regulares anuales. Estas
pueden tener un funcionamiento lento, organizando pocas actividades a lo largo
del año, las mínimas para cubrir el expediente. En el polo opuesto están las
Hermandades que han de partir desde cero para ser capaces de, por lo menos,
sobrevivir a los gastos fijos que existen en un año. Están obligadas a realizar
gran cantidad de actividades para recaudar dinero, desde vender pulseras a
organizar verbenas. La consecuencia son Hermandades con una vida sana y un
ritmo cardíaco adecuado. Se observa en la juventud que se acerca a las mismas,
en la alegría de los miembros de la Cofradía, las ganas de acometer proyectos…
Siempre pensando en grande, en mejorar al máximo el funcionamiento de la
Hermandad.
La relajación a la que hacía
referencia afecta sin duda a la idiosincrasia de una Hermandad. Cuando hablamos
de Cofradías “muertas”, a todos se nos vienen a la mente varios ejemplos. Si el
corazón de una corporación late con un ritmo más lento, repercute de forma
negativa en la vida de Hermandad, expresión que tanto gusto de usar. Y es que
quizá caigamos en la tentación de pensar que la única capacidad de atracción
que las Cofradías tienen es el día de salida las pocas horas que estén en la
calle. Pegar muchos izquierdazos, traer bandas que soplen bien, y levantar
aplausos con chicotás memorables. Y eso está muy bien, pero a medio-largo plazo
no atrae savia nueva al seno de una Hermandad. Iglesias cerradas, Casas de
Hermandad con el cerrojo echado semana sí semana también no son el lugar más
propicio para que nadie se anime a formar parte de esta bendita locura desde
dentro.
Haya o no subvenciones, existan más o
menos apuros para “llegar a fin de mes” o no, lo importante es que una
Hermandad derroche vida y alegría, todo ello alrededor de sus titulares y con
el horizonte puesto en Dios. Como he dicho alguna vez, se avecinan tiempos
inciertos para el terreno cofrade, y no sabemos hasta cuándo los Ayuntamientos
estarán ofreciendo subvenciones. Ojo, que no digo que estas sean injustas,
¡todo lo contrario! Toda Cofradía debería recibir ayuda económica para poder
realizar su actividad anual con garantías. Las Hermandades han de rebosar más
vida que nunca, hemos de hacer ver lo bonito que es ser cofrade, abriendo tanto
las puertas físicas donde nos encontramos, como las puertas de la Cofradía. Que
todo el mundo se entere de lo bonito que es ser cristiano, de lo bello de ser
cofrade…
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza: ¿Islamofobia? Me da la risa…