Álvaro Vera Salmoral. Antonio Varo Pineda, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba. Catedrático de Lengua Española y Literatura en el I.E.S. Séneca, escritor y colaborador de prensa, nace en Córdoba en 1956. Antonio Varo Pineda es una de las principales autoridades en lo que a la Semana Santa se refiere. Ha colaborado para la prensa escrita, la radio y televisión locales desde 1984.
Se da el curioso caso que, en cierto modo, estaba predestinado a relacionarse con el mundo cofrade, pues pertenece a la Hermandad de la Misericordia desde unos días después de nacer. Ha sido Hermano mayor de esta cofradía de 1986 a 1990. También pertenece a las hermandades del Santo Sepulcro, el Descendimiento y la Sagrada Cena.
Ha sido pregonero de la Semana Santa de Córdoba en 1986, de la de Fernán Núñez en 1987, de Andalucía en Madrid en 1998 y de Lérida en 2008. Asimismo, ha pronunciado conferencias y ponencias en congresos de Cofradías y Semana Santa en Córdoba, Sevilla, Madrid, Calahorra, Zaragoza y Sessa Aurunca (Italia).
Ha colaborado, durante veinte años, con sus escritos sobre el mundo cofrade, en el diario Córdoba. En enero de 2008 se incorporó al equipo de colaboradores del Diario ABC de Córdoba donde se encarga de la información de ámbito religioso y colabora también en temas culturales y locales.
Así se te describe en la página de Ateneo, pero me gustaría que lo hicieras tú mismo y poder saber más de ti…
En realidad hay que añadir que me gusta mucho mi trabajo de profesor, aprendo mucho de mis alumnos, que además me ayudan a no sentirme mayor. Ahora que lo pienso, cuando me falta poco para jubilarme, pienso que quizá debería haber dedicado más tiempo a la investigación en literatura, que es lo que me gusta profesionalmente, como personalmente lo que más me gusta es leer y pasear. Y en lo cofrade añadiría que me gusta cada vez más preguntarme qué es realmente la Semana Santa y cuál es el papel de las cofradías, y me gusta menos almacenar y guardar revistas, periódicos, carteles y boletines de Semana Santa, algo que hacía con pasión de friki cuando era más joven.
Antes leí en tu biografía que fuiste Hermano Mayor de tu Hermandad desde 1986 a 1990, ¿cómo fue aquella época?
Fue una época durísima. En la Misericordia recordamos los años de la Catedral como una pesadilla. Menos mal que el cariño de las monjas de Santa Marta y la comprensión del Cabildo aliviaron la difícil situación, que hizo mucho daño a la Hermandad. Era de locura eso de tener que llevar dos camiones, desde sitios distintos, los elementos que había que tener para montar los pasos, hacerlo todo en dos o tres noches… En fin, una de las épocas más duras de la Hermandad.
¿Cómo era aquélla Semana Santa?
En realidad desde 1990 hasta hoy ha crecido algo, pero ha evolucionado poco. Para mí es más interesante la época anterior, la que va desde 1962 –el primer año que vestí la túnica, antes de cumplir seis años– hasta principios de los 80. En esa época, sobre todo desde 1975, vino el cimiento sólido de lo que hoy es la Semana Santa. Me gusta recordar ante la gente joven cómo era la Semana Santa que conocí en mi adolescencia, porque esa sí que era realmente distinta de la de ahora, y por supuesto mucho más difícil porque no teníamos nada.
¿Ha evolucionado desde aquellos años hasta la actualidad?
Desde 1975 hasta hoy es revolucionario lo que ha ocurrido. Piensa que ese año había sólo trece pasos con costaleros y el resto, la mayoría, con ruedas: el Jueves Santo, por ejemplo, todos los pasos eran de ruedas. En 1990 ya era casi igual que hoy, salvo la incorporación posterior de algunas cofradías (la Vera Cruz, la Estrella, el Perdón, el Naranjo, la Universitaria y las Palmeras).
¿Y las qué más se han mantenido en el tiempo?
Las cofradías «clásicas» (Jesús Caído, los Dolores y las Angustias) siguen siendo, afortunadamente, casi iguales que entonces, al menos en su presencia en la calle. De las que se fundaron en la posguerra algunas se han mantenido en la línea que tenían desde entonces (la Misericordia por ejemplo, aunque ha evolucionado para bien, al menos en mi opinión) y otras han crecido mucho hasta llegar a ser punteras, como la Paz y Esperanza. Otras, finalmente, no acaban de levantar cabeza por muchos años que pasen, y no diré nombres esta vez…
Aunque haya evolucionado mucho para mejor habrá algún aspecto que eches de menos.
Por supuesto. Antes los cofrades éramos menos numerosos, pero lo éramos por genética, es decir, aprendimos a ser cofrades en casa, de nuestros padres que ya eran cofrades. Ahora la gente joven llega a las cofradías con quince, diecisiete años, aprenden mucho y saben cosas, pero no tienen esa raíz profunda ni la cofradía forma parte de sus genes. También falta respeto en la calle. La gente en general no sabe ver las cofradías, o mejor dicho, tiene la misma actitud ante todas y no se dan cuenta de que no se puede comportar mirar lo mismo ante la Esperanza que ante Ánimas, ante la Misericordia que ante el Cerro… Aplauden siempre y sin motivo, en parte –lamentablemente– porque los aplausos se fomentan desde los costaleros o desde su entorno…
¿Cómo ves a esta nueva generación cofrade?
La veo con mucha prisa. Pero no sólo a los cofrades, sino a todos los jóvenes en general. Prisa por querer tener protagonismo, por sentirse importantes… Los jóvenes –he sido joven y trabajo con jóvenes todos los días– sólo deberían tener prisa por aprender. Ya tendrán tiempo de ser protagonistas, de sentir el peso de la responsabilidad.
Además, muchos jóvenes cofrades se creen que para ser buen cofrade hay que «saber» muchas cosas. «Saber de cofradías» es algo perfectamente inútil, porque para guardar los datos ya están los libros. Lo que hay que hacer es aprender a «sentir», a emocionarse y a transmitir fe y sentimiento, y eso no se aprende en los libros ni en los foros ni en las procesiones de la Cruz de mayo o de septiembre. Pongo un ejemplo: si eres muy «experto» te fijarás tanto en los detalles que perderás la emoción de momentos irrepetibles. He visto a cofrades muy «entendidos» estropearme una escena maravillosa ante un paso palio porque no paraban de decir cosas como «hay un candelero torcido», «el violetero tal está flojo»… No se puede ser así, así no se disfruta. Además, la imperfección es humana, los cofrades no somos robots.
Este año la Virgen de los Dolores cumple 50 años de su Coronación, el Caído el 250 aniversario de su fundación y la Esperanza el 75 aniversario, Y por estos motivos saldrán en Procesión Extraordinaria. ¿Por entonces tenía más sentido la Semana Santa que ahora que procesionan a las imágenes por cualquier motivo, simplemente por el propio espectáculo?
Las procesiones extraordinarias, si se vuelven frecuentes, que ya lo son, dejan de ser realmente extraordinarias y se convierten en espectáculos gratuitos e injustificados. Hace dos años tomé la decisión de no ir a ver ninguna salida extraordinaria basada en simples efemérides. No vi, por ejemplo, al Rescatado en 2013 ni a la Paz en octubre de 2014. Que pase el tiempo, aunque sea una cifra muy redonda, no es motivo suficiente –en mi opinión– para salir fuera de Semana Santa. Y no es que antes tuviera más sentido la Semana Santa, es que era la única ocasión de ver pasos en la calle. Ahora no.
Otra extraordinaria que se va a celebrar va a ser la llamado «Regina Mater», por todos conocida como «Magna Mariana», por el 775 aniversario de la Consagración de la Santa Iglesia Catedral después de menos de dos años desde aquel Vía Crucis Magno que se celebrase en Córdoba el 14 de septiembre de 2013, ¿piensas que a la Agrupación se le está yendo de las manos lo de organizar una magna con una explicación poco lógica?
En principio estoy en contra de esas cosas. De hecho, del Via Crucis de septiembre de 2013 sólo vi los pasos en la Catedral porque me pidieron para el diario ABC la crónica de dentro, pero no vi ni un solo paso fuera del templo. Sobre la «Regina Mater» pienso igual. Pero ocurre una cosa: es tal la cantidad de burradas y ofensas que se están diciendo sobre la Iglesia, es tal la barbaridad que quieren hacer –expropiar la Catedral a su legítimo propietario– que empiezo a pensar que está bien que los católicos nos manifestemos en la calle como lo que somos, con el mismo derecho que los enemigos de la Iglesia. Por eso, ahora mismo, sobre ese tema, estoy en una situación de duda: como cofrade no me gusta ese exceso, pero como cristiano quizá lo vea necesario.
Por otra parte no creo que se le hayan ido las cosas de las manos a la Agrupación. Si es verdad, como se dice, que la iniciativa de esos actos ha partido del Obispado o del Cabildo y la Agrupación se limita a organizarlos, no tiene responsabilidad decisoria y no se la puede criticar por eso.
Y respecto del pregonero, ¿te ha gustado la elección?
No me gusta. Y tengo experiencia: el primer pregón de Semana Santa al que asistí fue el de Matías Prats, en 1968, antes de cumplir doce años. He ido a muchos pregones pronunciados por personas importantes en la vida social o política pero ajenas al mundo de las cofradías, y esos pregones han sido sólo actos sociales o protocolarios sin verdadera emoción cofrade. No creo que Finito de Córdoba sea capaz de transmitir ese tipo de emoción en el pregón que pronuncie (he dicho «que pronuncie»); una persona como él las emociones sólo sabe transmitirlas, y no todas las tardes, vestido de luces y delante de un toro.
¿Está dando bandazos la Agrupación?
Yo no diría bandazos. Simplemente toma decisiones, que es lo que tiene que hacer. Que unas veces esas decisiones me gusten y otras me desagraden no significa que esté dando bandazos. Quien toma decisiones sabe que no todo el mundo las tiene que compartir o aplaudir. Pero hay una cosa que me gusta mucho de esta Agrupación y de este presidente, y se lo he dicho a él: son personas honestas, que no van presumiendo por ahí de haber inventado esto; es una actitud que otras veces no he visto, sin que esto quiera decir que todos los presidentes que yo he conocido hayan sido así.
El Cartel de la Semana Santa ha vuelto a la fotografía después de más de una década.
Cuando se hizo el primer cartel pintado aplaudí la decisión, porque ya llevábamos muchos años de fotos. Ahora aplaudo que se haya vuelto a la foto, porque además de ser una foto maravillosa viene bien cambiar de aires de vez en cuando. Los carteles que menos me han gustado de todos los que he conocido han sido los que han tenido más Photoshop que foto propiamente dicha. Incluso propondría, en aras de la autenticidad, que las fotos de cartel fueran fotos sin el más mínimo retoque, aunque eso es ya casi imposible.
El protagonista de dicho cartel, las Penas de Santiago, este año ha cambiado de banda y ha vuelto a traer a la AM Sagrada Cena de León. ¿Están cogiendo más protagonismo las bandas y en el caso de algún misterio el mundo del costal, incluso más que las propias imágenes?
La decisión de las Penas de Santiago es respetable (y criticable para quien así lo considere) y no tengo nada que decir. La AM Sagrada Cena de León es una magnífica agrupación musical, pero eso sí, a los que estamos acostumbrados a asociar un paso con un tipo de música no nos gusta que se cambie de estilo porque sí, por moda o por capricho, ni siquiera por motivos económicos. Sobre la segunda parte de la pregunta, es cierto que para mucha gente lo único importante de las cofradías es el costal o la música. Y es una pena, porque la Semana Santa es algo muchísimo más rico. El día en que nos convenzamos de que el protagonista humano de la Semana Santa no es el músico ni el costalero, sino el nazareno, habremos avanzado mucho y estaremos en el buen camino: yo he conocido Semanas Santas casi sin costaleros y con muy poca música, y era Semana Santa. Pero no es posible una Semana Santa sin nazarenos, y me da la impresión de que son muchas las cofradías que cuidan a sus costaleros y pocas las que lo hacen con sus nazarenos. Así de claro.
Esta banda, como otras muchas, vienen de fuera a tocar a Córdoba, ¿se debería apostar más por las bandas de nuestra propia ciudad y no tanto por las fuera?
Se debe apostar siempre por bandas de calidad, sean de donde sean. Lo que pasa es que yo creo que hoy por hoy –hace veinte años era diferente– hay en Córdoba y provincia bandas de calidad en número suficiente como para no tener que recurrir al exterior. A mí me gustaría que hubiera, además, una o dos bandas de cornetas y tambores «de verdad», además de las «agrupaciones musicales camufladas» que tenemos.
¿Existe en Córdoba un estilo “sevillano” y no un estilo propio?
No lo tengo claro. La influencia sevillana es innegable en todas, repito, en todas. Pero casi todas –repito, casi todas– tienen matices peculiares, pero no por ser de aquí o de allí, sino porque las propias cofradías o quienes las fundaron quisieron darle ese sello personal.
¿A qué hermandad de Córdoba la calificarías como hermandad cordobesa cien por cien?
Por lo dicho antes, a ninguna. Tampoco en Sevilla hay ninguna o casi ninguna hermandad «sevillana» cien por cien, porque todas tienen algo de fuera, empezando por ejemplo por muchas imágenes titulares, hechas por gente que no era de Sevilla. O, si tomamos la pregunta en sentido literal, sería «cordobesa» una cofradía cuyo patrimonio material y humano hubiera sido hecho en Córdoba al cien por cien o casi. No sé si hay alguna así, quizá la Caridad y en menor medida la Misericordia (que tiene una candelería de Villarreal y unos faroles de Orfebrería Triana), pero no estoy seguro.
¿Qué le falta en tu opinión a la Semana Santa cordobesa?
En los cofrades, vinculación efectiva con la Iglesia. Es lamentable que haya muchos, muchísimos cofrades que, por ejemplo, critiquen a los «galápagos» (nazarenos con dalmática) porque son antilitúrgicos (que a lo mejor lo son) y al mismo tiempo no le den importancia a ir o no ir a misa los domingos. Falta formación, pero no sólo artística, sino sobre todo moral y religiosa.
En cuanto al público que sale a la calle en Semana Santa, debería aprender a diferenciar lo que ve. Y sobre todo eliminar el 95 por ciento de los aplausos. Me gusta ver las cofradías en silencio, aunque no sean de silencio.
¿Puede ser que con la incorporación de nuevas cofradías sea necesario abrir otra jornada como puede ser un Sábado Santo o, quién sabe, una madrugá, la madrugá soñada por muchos cordobeses…?
Es que yo pienso que no es necesario que haya nuevas cofradías, sino que los que quieran trabajar en cofradías vayan a una cualquiera de las existentes y se pongan a trabajar en ellas, porque todas necesitan gente. Sobre lo segundo, si aquí nunca ha habido procesiones el Sábado Santo (salvo algunos años que salió el Resucitado, y yo lo recuerdo), no veo la necesidad de fabricarlo artificialmente. Respecto a la Madrugada, tenemos lo que tenemos. No sé si es suficiente o no, pero por lo que se vio en los años noventa, la Merced y Jesús Nazareno no tuvieron una buena experiencia: las dos cofradías perdieron muchos nazarenos y, sobre todo, en la calle no había casi gente para verlas. Por mucho que se intentara, las personas a quienes les gustaba mucho la Semana Santa se siguieron yendo a Sevilla, y la gran masa de cordobeses que llenan el Jueves Santo se iban a dormir después de pasar las Angustias, de modo que no sé si sería positivo reintentarlo; un nuevo fracaso, que en mi opinión se produciría de todas formas, haría muchísimo daño al conjunto de la Semana Santa. No olvidemos que los cofrades y las cofradías de Córdoba están muy por encima del conjunto del pueblo cordobés, para el que en su mayoría la Semana Santa es sólo una ocasión de salir a la calle como de juerga o botellón, la mayoría de la gente no sale porque le guste la Semana Santa, sino porque hay una buena excusa para estar en la calle.
¿Qué te parece la idea de cambiar la carrera oficial a la Catedral?
No me parece mal siempre y cuando se haga bien, con renuncias y sacrificios de todos. Pero lo veo tan difícil, tan difícil… que no estoy seguro de que saliera bien si se hiciera. Y una cosa así no sólo debe salir bien, sino que debe salir perfecta, porque si saliera mal o regular sería un golpe mortal no ya a la pretensión de ir a la Catedral, sino –como en lo de la Madrugada– a la Semana Santa en su conjunto: si después del fracaso de los años 60 vino una decadencia que duró más de una década, ahora sería peor al haberse multiplicado el número de cofradías. Además, creo que hemos perdido muchísimas energías durante muchos años hablando de la Catedral, energías que podríamos haber empleado en cosas más prácticas. Por otra parte, mientras no haya una segunda puerta estamos perdiendo el tiempo hablando de este tema. Hoy por hoy, y sé que no va a gustar lo que voy a decir, la Catedral es sólo parte del itinerario parcial de algunas cofradías, aunque ya sean mayoría.
¿Ganaría la Semana Santa si se hiciera realidad?
No lo sé. Quizá ganara para los cofrades, pero para la gran masa de cordobeses… Repito, lo no sé. Ojalá ganara.
Ahora te voy a ser una serie de preguntas con respuestas cortas:
Una marcha: Lágrimas y Desamparo.
Una Hermandad: La Misericordia, claro.
Un estilo: el de la hermandad de la Esperanza, porque –a diferencia de otras cofradías– lo exhiben sin complejos.
Un paso de misterio: por estética la Sentencia. Andando, las Penas de Santiago con Javier Romero. Por emoción personal, la Redención (Huerta de la Reina). Y si es un paso de Cristo solo, el de la Misericordia, por supuesto.
Un paso de Palio: el de Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo.
Una banda: para Cristo (aunque no para el mío), la Redención (la Estrella). Para palio, la de María Santísima de la Esperanza.
Una calle: Don Rodrigo–Lineros.
Una imagen: el grupo escultórico de las Angustias.
Un momento cofrade: el de bajarme el cubrerrostro antes de empezar la estación de penitencia.
¿Cuál ha sido el momento más emotivo y que nunca olvidarás de esta nuestra Semana Santa y que te encantaría revivir? Ir vestido de esclavina de la mano de mi padre camino de San Pedro. Es imposible revivirlo, pero sin ese momento no habría sido cofrade.
Como cordobés, y sobre todo como cofrade, dime cuál sería tu sueño en esta nuestra Semana Santa: Que no hubiera aplausos, ninguno, y que desaparecieran por arte de magia los costaleros frikis (costales estampados, ojos tapados, camisetas de tirantes, pantalones remangados…).
No podría terminar esta entrevista sin preguntarle qué opina sobre el blog Gente de Paz.
Empezó combinando equilibradamente información y opinión. Ahora va más por lo segundo. Lo veo muy radical y un tanto agresivo en su línea de los últimos tiempos y algunas cosas no me gustan, aunque otras veces dice cosas que yo pienso pero no me atrevo a decir. Pero por encima de mi gusto está la libertad de expresión, cuyo único límite deben marcar los tribunales. Y desde luego, el nombre ya no responde a lo que inicialmente era, porque habla de todas las cofradías y no sólo de la que lleva en el nombre. Pero, repito, por encima de todo respeto la libertad de expresión.
¿Algo más que añadir?
Sí, que noto en mí que conforme voy siendo mayor voy perdiendo el miedo a decir abiertamente lo que pienso, en cofradías y en todo lo demás (política, cultura, etc.). Si hubiera sido como ahora cuando empecé a escribir de cofradías en el diario Córdoba lo habría pasado mal o habría tenido que dejarlo, y eso que algunos dolores de cabeza tuve en todos esos años. Pero en fin, «Freedom is not free», la libertad no es gratis, es una frase que vi en un memorial militar en Washington y que me gusta mucho, porque en mí mismo he comprobado que es verdad.