Blas Jesús Muñoz. Resultan sobrados los ejemplos de cuadrillas cuyo modo de proceder se asemeja, en muchos sentidos, a cualquier lobby afincado en Bruselas o Washington DC. Hermanos costaleros que se portan más como hermanos a la hora de un cabildo y más como costaleros a la hora de realizar una defensa o un ataque a ultranza del capataz que es suyo.
También ocurre en las cuadrillas de "aficionados", siempre que su jefe sea un líder carismático. Es conveniente no olvidar que el carisma en estos casos, como en las dictaduras, es importante y en ningún caso baladí.
Coexisten esos dos tipos de cuadrillas que, llegado el momento, pueden ejercer la presión según su estilo (emulando a esos pseudopriostes que, si se enfadan, se las hacen de dignos para intentar dejar a la hermandad de turno con los candeleros a medio montar).
El veto costalero no es cualquier cosa, destrona reyes o hermanos mayores, perdón. Pero, además, sabedores ciertos sectores de su "poder" no son pocas las ocasiones en que se les intenta culpar de los males de una cofradía. Con la excusa de su "poder", se argumentan pésimas gestiones en las que todo tuvo cabida y luego se pretenden fajar los errores en la cintura ancha de otro.
El veto, a veces, viene del maltrato y, de éste, el voto y de él la cuita que se paga para votar y vetar. En fin, una maraña para dilucidar que los sectores de presión son una anécdota que se encuentra en cualquier estrato de una hermandad.