San Bernardo fue en 1936 una de las hermandades que perdió a sus Imágenes. La Virgen del Refugio y la Magdalena ardieron en una pira que se montó la calurosa noche del 18 de julio en la puerta de la Iglesia ante el regocijo del grupo de asaltantes. El Cristo, como no podía ser bajado de la cruz fue cuarteado y llevado a la hoguera. Todos estos sucesos se recogen en los libros de actas de la hermandad. Pero esto no es materia investigable. La hermandad no permite la consulta de los libros por parte de los investigadores.
Cayó en sábado. Era un día de calor. A mediodía se iniciaron los movimientos de los sublevados. Por la tarde, con el sonido de los fusiles en la Plaza Nueva algunos grupos comienzan a organizarse. No se van a combatir. Se van a quemar Iglesias. Una de ellas es la de San Bernardo, situada en un barrio obrero de Sevilla, extramuros, con un alto índice de pobladores pertenecientes a la Fábrica de Artillería y a las demás industrias instaladas en la zona este de la Ciudad. San Bernardo era en 1936 una zona deprimida, con corrales donde se malvivía e infraviviendas donde se hacinaban las familias.
La hermandad del barrio responde al concepto de cofradía popular en estado puro. Ahí están las Imágenes y las fotos que lo certifican. Por eso, por la confianza que existe en los vecinos, las Imágenes no se esconden sino que quedan en sus altares en una Iglesia que se abre a diario para las misas.
El sábado 18 de julio hay grupos que vienen de Ciudad Jardín para apoyar en el centro a quienes combaten contra los sublevados. Para ir de Ciudad Jardín o de Nervión al centro hay que pasar por San Bernardo. Por la noche ya se tienen noticias de Iglesias que están ardiendo. Tampoco hacía falta un SMS que aún no se había inventado. El cielo de Sevilla, como relata Nicolás Salas en sus novelas, es un decorado de columnas de humo y reflejos rojizos que confirman el holocausto. A San Bernardo llegan agitadores y a ellos se suman vecinos. Gente que había crecido a la sombra de la torre de la parroquia.
Cuando se van a cumplir 75 años de aquel día infausto y removida solo para un lado la olla de la memoria histórica, en San Bernardo guardan aquellos hechos en los libros de actas de la cofradía. En la nueva casa de hermandad, en el archivo se encuentran los documentos en los que se relata de manera pormenorizada lo ocurrido aquella noche. La cofradía deja consultar su historia a los profesionales de la historia y la investigación.
Pero ese libro concreto, el que recoge las actas del 36 permanece cerrado. Ahora sabremos por qué. Retomando el relato del 18 de julio, estábamos en la tarde noche de aquel sábado. Pasión en Sevilla ha podido tener acceso al contenido parcial de las actas. El hermano mayor de la cofradía, José María Lobo, investigador y amante de la búsqueda de documentos en los archivos, piensa que los hechos se pueden conocer aunque no los nombres que aparecen en los textos. En esas actas se indica que sobre las diez de la noche el grupo de incendiarios rocían con gasolina la puerta de la iglesia y le prenden fuego. Las llamas alcanzan grandes proporciones. Entre las personas se encuentran profesionales de la agitación y vecinos del barrio.
El párroco de San Bernardo, al conocer lo que ocurría entra en la Iglesia y comienza a lanzar cubos de agua desde dentro. Obviamente no lo consigue y el esfuerzo le provoca una afección cardiaca.
Primitiva Virgen del Refugio
Inmediatamente los vecinos y por temor a que el fuego afectara a las viviendas colindantes llaman al cercano parque de bomberos que sofoca este primer incendio que sufre la parroquia. La puerta queda carbonizada, mojada y abierta con todo el patrimonio a la mano de los alborotadores.
Estos entran y sacan a la puerta a la Virgen del Refugio, a San Juan, a la Magdalena que figura en el paso de Cristo y a otras Imágenes sagradas de la parroquia. La Virgen es esa Imagen probablemente de la escuela de Roldán. Con todas las Imágenes hacen una nueva pira. El crucificado no lo pueden sacar así que con un hacha lo trocean y lo van sacando al fuego.
Mantos y enseres de la Virgen, túnicas de nazarenos y trozos de altares arrancados con las hachas son utilizados para avivar un fuego que se mantiene en la puerta de la Iglesia durante la madrugada.
Por la mañana la hoguera se apaga. La Virgen del Refugio y las demás Imágenes ya son cenizas. Únicamente permanecen sin quemar los trozos del Cristo de la Salud. Pero la Imagen recibe el tiro de gracia. Con las hachas vuelven a trocearlo y el 19 de julio por la mañana prenden un nuevo fuego hasta que se quema en su totalidad excepto algunos fragmentos que son los que ahora presiden la sala de junta de la hermandad enmarcados en un cuadro.
Restos del antiguo Cristo de la Salud
En las actas se constata que el paso de Cristo se encuentra en buen estado al estar guardado en un almacén distinto al de la parroquia mientras que del paso de palio solo queda el techo aunque en mal estado porque había sido pisoteado. En este relato, conocido en las actas sabemos el “qué”, el “cuándo”, el “cómo” y el “dónde” pero falta una de las cinco patas de cualquier información: el “quién”. Ese es el gran secreto que guardan las actas. En los documentos de la cofradía se recogen los nombres de personas del barrio que participaron en los sucesos.
Gente conocida por los hermanos de la cofradía o quien sabe si también hermanos de la cofradía. Algunos de ellos consta que después fueron represaliados por los sublevados. Lo cierto es que por preservar estas identidades, la cofradía no permite la consulta de las actas. Porque hay más. En la actualidad familiares y herederos de quienes quemaron a las antiguas Imágenes de San Bernardo son hermanos y salen de nazarenos en las filas de la cofradía.
Es como se ve la memoria histórica al contrario. La desmemoria para preservar incluso a quien te ha quitado lo más querido para una hermandad como son las Imágenes. Esta es la historia desconocida de la cofradía. Una historia que quizá no conozca esta generación y que quede para que se desvele cuando, avanzado el reloj de los siglos, la guerra civil española sea simplemente un capítulo en los libros de la historia antigua de España.
De la revista número 38 de Pasión en Sevilla, junio de 2011.