Un aviso previo, si no quiere enfadarse no siga leyendo. El aviso está hecho, si continúa lo hace bajo su responsabilidad.
Construimos un castillo azul, idílico, en el que nos cansamos de pregonar la independencia de las cofradías que, como la de Cataluña, es una mera patraña. Hubo quien se quiso diferenciar para que lo votasen, prometiendo un sistema asambleario, frente al presidencial de la Agrupación, para -a la postre- repetir el pasado y, ante todo, hacerse mil fotos y presumir del respeto institucional.
Sería conveniente que más de un cofrade y político de esta ciudad aprendiese la distinción entre relaciones institucionales y partidistas, aunque el partido no sea político y sí cofrade. Porque los cofrades, en buena parte proporcional, son feligreses de siglas políticas a las que se venden sin pudor y, poco después de quejarse de las ausencias hasta hace poco de su Alcalde, actúan como buenos feligreses cuando el pastor municipal los llama a su misa profana.
Y los convoca para ofrecer un programa que han comprado de antemano, pero que viste llenar una sala y que salga en prensa. Porque, no se engañen, para prometer un museo de las cofradías, el Señor Nieto bien podría haberse quedado en su casa y los asistentes haberse levantado. Sin embargo, cómo iban a cometer tal felonía. Así que se quedaron a jalear ese proyecto imprescindible para que las cofradías subsistan, o que les hablaran de la segunda puerta (tema nuevo), o regodearse de la Delegación Especial de Relaciones con las Cofradías.
Esto último se asemeja o suena a como una agencia norteamericana o una institución de esas que tanto gustan en Bruselas. Rimbombante y menos conocida que el nombre de mi abuela, fuera de mi familia.
Pero los parroquianos se venden sin sentir náuseas. O no se venden porque de antemano estaban comprados o rendidos a la causa justa de su partido político. Unos hacen lo propio, otros juegan con el móvil en mitad de la procesión tomando el ejemplo de Celia Villalobos y el resto se hacen selfies de toda índole y condición.
Esperemos o, mejor dicho, esperen -pues uno nada aguarda- que gane su candidato porque, de no hacerlo, los ajustes de cuentas en política están al orden del día... Si no pregunten a Rosa Díez.
Blas Jesús Muñoz