El esplendor
de la Semana Santa 2015 permanece en el recuerdo gracias a algunas imágenes que
la mente quiere rememorar cuando pasea a la puesta de sol por la ciudad,
contemplando calles que hace apenas 30 días poblaban túnicas nazarenas.
Eran las
últimas horas del Domingo de Ramos cuando los capirotes verdes de la Hermandad
de la Esperanza tomaban Enrique Redel. Contraste con la estampa que el
Miércoles de Ceniza la propia Cofradía nos dejaba cuando celebraba su Vía
Crucis, con el Señor que Cerrillo gubiase acompañado por las marchas fúnebres
de su banda. El penacho del soldado romano que escolta a Jesús de las Penas se
mueve suave a cada cambio de la cuadrilla. Pasión de Linares interpreta una
marcha y otra y otra para intentar aliviar el peso de la cruz que el reo de
muerte va a tener que llevar hasta el calvario, tal y como indica el sanedrita
en la trasera del paso. Lamentablemente todo pasa rápido y, cuando uno quiere
acordar, la túnica roja de Jesús de las Penas desaparece de nuestra vista
mientras de fondo queda el magnífico retablo dorado de San Andrés hacia el que
alegre se aproxima el misterio de Bernal.
Ya con la luna
llena de Nisán como protagonista del cielo Jesús Caído llega a su barrio. Su
mirada denota el agotamiento del Hijo de Dios y busca en los ojos del
espectador nuevas fuerzas para intentar ponerse en pie y volver a coger la cruz
que tendrá que portar hasta la Cuesta de San Cayetano. Nueva levantá y Jesús se
pone en pie para seguir caminando. Se mueven los faroles de las esquinas y los
tambores y cornetas rompen el silencio con el que Santa Marina recibe a una de
las mayores devociones de la ciudad. Jesús cae, pero aún sin fuerzas siempre se
vuelve a levantar para continuar caminando. Inmejorable ejemplo para la vida de
todo aquel que profesa la fe cristiana.
Y llega la
Madrugá. Y con ella el cortejo de nazarenos negros de San Hipólito tras la cruz
de guía que, en el cruce de patibulum y stipes, nos muestra las siglas JHS para
tener presente el origen jesuita de la Hermandad. Tras abandonar la carrera
oficial, el primer tramo de penitentes llega a la calle la Feria en su camino a
la Catedral. Buena Muerte entre el azahar y la suave caricia de la noche. Buena
Muerte entre claveles rojos. Buena Muerte entre cuatro austeros hachones de
cera roja. Buena Muerte la tuya, Señor. Y tras el caminar reposado del
Crucificado, la bellísima mirada morena de la Reina de los Mártires. Sin duda
el caminar de este palio, un palio que camina en silencio, marca uno de los
sonidos (qué paradoja) más característicos de nuestra Semana Santa al chocar
las bellotas de las bambalinas bordadas en el taller de Esperanza Elena Caro
contra los magníficos varales. Se pierde el manto rojo de Nuestra Señora entre
naranjos. Al espectador no le queda más consuelo que ser capaz de memorizar la
estampa que contempla para no apartarla nunca de su memoria, intentando captar
hasta el más pequeño detalle.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de cola