Juan Antonio Martínez. Así lo llamó en aquel pasodoble de Los Templarios el niño de Santamaría y es que Don Enrique Villegas fue por lo menos el Príncipe de las coplas de Cádiz. Esta mañana me enteré de que se había ido y con mucho brillo en los ojos recordé la primera comparsa que este castellano escuchó en su vida y que hizo que me enamorara para siempre de lo que se cantaba en la tacita que, tengan claro, es otro cante, más puro y más del pueblo que ningún otro que haya escuchado. Aquellos Beatles supusieron algo que trascendió al ámbito local y fueron por toda España con la voz de su pueblo y siendo heraldos de una fiesta que ni la dejaban llamarse por su nombre.
Eran otros tiempos y uno de Ayamonte tuvo que llegar a Cádiz para medirse con el Rey de las coplas, que no era otro que Don Francisco Alba Medina. Y pensando mientras escribo me pregunto en el paralelismo del emigrante que triunfa en tierra extraña. Como Juan de Mesa o Montañés en la Sevilla de otro siglo y como ellos no murieron porque a sus obras sagradas les siguen rezando más que nunca los devotos. A Enrique Villegas lo recordaré siempre y nunca morirá mientras alguien canturree una de sus coplas. La Semana Santa y los carnavales van de la mano y si no que le pregunten a Luis Rivero. Quienes se van descansan junto al Padre y se quedan a través de sus obras. ¡Gracias Maestro!
Recordatorio Enfoque: El poso que dejan las cofradías