El pasado sábado mi amigo Blas Muñoz dedicaba un bello artículo a mi admirada Banda del Sol de Sevilla de su 40 Aniversario. Casi nada. Para ser
sincero, no tenía ni idea de que justo el día siguiente de que saliera mi
último “Verde Esperanza” tuviera lugar este acontecimiento tan reseñable.
Poco más se puede añadir al una vez más brillante Enfoque de Blas sobre
la formación hispalense, pero yo que soy un apasionado de la música cofrade,
más específicamente de la Corneta y el Tambor, más concretamente del estilo
clásico, y aún más precisamente de la Banda del Sol, no he podido resistir la
tentación de dedicar unas humildes líneas a una de mis bandas preferidas por
excelencia. Perdone si le resulto redundante con respecto al mencionado texto,
espero que sepa comprenderlo.
No trataré de hacerle descubrir a nadie la Luna hablando del Sol, porque
raro será el cofrade que no conoce sobre esta resplandeciente formación
musical. Pero sí considero importante destacar algún aspecto que hace que mi
admiración por esta banda sea tan grande. Disculpen si cometo alguna
imprecisión, como sabrán mi conocimiento musical se limita a ser un apasionado
de las marchas procesionales, y a lo que uno investiga de aquí y de allá. Las
bandas de cornetas y tambores tienen su origen en Málaga, como la mayoría de
ustedes sabrán, con la Banda de Cornetas y Tambores de los Bomberos, Madre y
Maestra, incluso bastante tiempo después con la de las Fusionadas. Este estilo
llegó a Sevilla mediante la Banda de la Policía Armada, una tierra que luego
descubrió el estilo de la Agrupación Musical. En la actualidad, ambos estilos
han quedado, como mínimo, equiparados. Las marchas que componen este estilo
clásico de la corneta y el tambor las reconocerán fácilmente por su compositor,
Alberto Escámez (Cristo del Amor, Cristo de la Sangre o La Virgen Llora, entre
muchísimas otras), que son la columna vertebral del repertorio del 99% de
Bandas de Cornetas y Tambores de la geografía española. Pero la Banda del Sol
fue, en mi opinión, la primera en crear –y mantener, que realmente es más
importante- un estilo clásico propio con el que comenzó a recorrer un camino
propio labrado con el relucir propio que el astro rey refleja en sus cascos
plateados cada Domingo de Ramos por el Salvador.
Recuerdo que la primera marcha de Cornetas y Tambores que descubrí fue
Bendición, que siempre se tocaba a la salida del Gran Poder de mi ciudad, una
composición musical que era realmente cautivadora para aquel inocente chaval
que comenzaba a interesarse por la música cofrade. No seré yo quien le descubra
las marchas de la Banda del Sol, puesto que a buen seguro las conoce, pero sí
he de decir que no he escuchado marchas tan románticas, bellas e intensas como
La O, Amor Mío o Como un Clavel, otras eternas como Baratillo, Santa Marta o la
ya mencionada Bendición, incluso las de más reciente creación, derroche de
poderío y sin perder el toque elegante que ha caracterizado a esta banda, como
Dimas, Longinos o La Exaltación.
Sí me gustaría expresar un pensamiento propio. Creo que la mayoría de la
juventud cofrade de hoy día presta más atención a otros estilos y formas de
hacer música más llamativos, y se olvidan injustamente de banda como estas –ni
que decir de la de los Bomberos de Málaga-. Animo a todo aquel lector que pueda
dedicar diez minutos a escuchar marchas a que escuche Amor Mío, la preferida de
mi cuadrilla por cierto, o La O, y si usted no se enamora de la Banda del Sol…
hágaselo mirar. Son composiciones que están hechas para que un paso de misterio
camine por derecho a los sones de la marea de plumas blancas que va tras sus
pasos. Para cerrar los ojos debajo del peso de la trabajadera y olvidarse de
todo lo demás, para propiciar la oración del devoto a la venerada Imagen que
procesiona ante sus ojos en Semana Santa.
Cuarenta años de Sol, Sol de cuarenta años que ha iluminado hasta la
calle más oscura de la noche sevillana y de otros tantos lugares más. Que sean
no otros cuarenta, sino ciento cuarenta más. GRACIAS por vuestra música.
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza. El país democrático de la gominola