Blas Jesús Muñoz. ¿Para qué sirve un logo? Seguramente, para hacer reconocible a una marca con el solo hecho de vislumbrar su serigrafía, crear una tendencia y poner en relieve que el producto está en el mercado, está ahí como el hombre de Heidegger que se enfrentaba a la existencia.
A través de un logo se pueden establecer las bases de un grato porvenir comercial o plucitario o ambas cosas a la vez, si es que no son lo mismo. La cuestión, siempre surge un interrogante, estriba en reflexionar sobre su utilidad cuando la marca ya es conocida de antemano.
Algo así sucede con el logo de la Magna Mariana, a la que ya se cambió el nombre por Regina Mater para darle más postín y que probablemente no necesita de logo porque el evento es de sobra conocido. Pese a la tardanza que se ha dado la Agrupación en mostrar los detalles del evento (ya saben que cruzar itinerarios es laborioso y el cartel lo estaba pintando aún Antonio del Castillo, por no hablar de los días que estuvieron de ronda en la Catedral buscando el sitio adecuado para la foto), el mismo es conocido de sobra ¿Quién no echa cuentas a una Magna en pleno furor de extraordinarias?
Al final, el logo quedará para las camisetas de los costaleros, pues en esta moda del orden impuesto todos deberán ir con la misma ropa. Esperemos que los hombres de trono no tengan que pasar por tal tesitura. Sin embargo, como siempre hay alguien que se confunde, el logo -en sí mismo- me es indiferente, la necesidad del mismo, como de tantas otras cosas es cuanto debería preocuparnos. Sobre todo, porque al día siguiente de la Magna (sea un éxito o un fracaso organizativo como el del Vía Crucis de la Fe), los mismos que a todo ponen pegas y destilan su sabiduría proselitista seguirán siendo tan cobardes que narrarán la crónica idílica que tanto tiempo nos condenó.
Recordatorio Enfoque: Una Magna Mariana sin las Angustias