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miércoles, 6 de mayo de 2015

La Crónica: El Mayo de la Virgen de los Dolores



Blas Jesús Muñoz. Fueron los días que despertaron a la adolescencia. El cielo de mayo mantenía la línea de otro azul, natural como la hora del Ángelus que llegaba entre la alegría que siempre venía de su mano, sin más nombre que el de la Mujer. Pues de una mujer vinimos y fueron las primeras caricias y para ella fueron las sonrisas y besos que se descubrían en la primera mirada de cada mañana y en la última antes de rendir cuentas al sueño.

Era mayo y en cada letanía se albergaba una promesa. Era su mes, de atardeceres naranjas, brillantes y lánguidos, donde la vida prometía miles de expectativas en su mirada. Y así pasaron los años entre besos figurados y miradas recíprocas hasta este momento exacto de nuestras vidas.

El instante en que la tradición de la Córdoba más genuina se paseó por cada convento, por cada rincón que la esperaba, a través de cada canto emanado de las gargantas de un coro que representa y expone la plegaria de cada devoto. Antes de todo, el sol acarició a la Señora, se unió a su fiesta, a las puertas mismas de la Plaza que se enamora de Ella cada día.

La Catedral era el destino, la Coronación el recuerdo, mayo era María, la Virgen, Nuestra Señora de los Dolores. La Señora es Córdoba, su historia, sus ensoñación, su calma y su alegría, sus miles de mayos consagrados, los míos rezándole con la mirada fija en el ventanal de clase imaginando como venía hacia mí desde el cielo limpio de mi infancia.

La Virgen de los Dolores ya camina hacia la ciudad que celebra el aniversario de su Coronación. En el templo mismo donde todo cobra su dimensión definitiva. La Mujer siempre está junto a nosotros, es parte fundamental de nuestro origen y a ella le debemos su ser de arca. La misma a quien en tantas ocasiones se deja a un lado, por la misma que somos cuanto hemos podido ser.


















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