Pasada la festividad del Corpus Christi, y tras la nueva oportunidad de contemplar por las calles de Córdoba la mayor obra de orfebrería realizada en Córdoba, llega el momento de rescatar del olvido a algunos nombres relacionados con la orfebrería cordobesa, y que si bien no tienen el reconocimiento que se merecen por parte de su ciudad, gozan de gran prestigio en otras partes del país.
Como primer nombre quisiera destacar el de Bernabé García de los Reyes, nacido en nuestra ciudad el 1 de noviembre de 1696. Sus padres no contaban con demasiados recursos, por lo que desde pequeño lo acercaron al taller de Alonso Aguilar, platero (maestro mayor de platería) reconcido en aquellos año en Córdoba por su buen hacer, para que el joven Bernabé pudiera ir conociendo el oficio. Aguilar, por su parte y según las crónicas que han llegado hasta nosotros, era un bohemio incorregible, empedernido jugador y poco mirado por el dinero, lo que nos recuerda el caso de otros plateros como el italiano Benvenuto Cellini.
Bernabé se casó el 24 de septiembre de 1724 con la hija mayor de su maestro, María, quien quedó huérfana de padre a los pocos meses de casarse. La herencia resultó una manzana envenenada, pues Aguilar había recibido muchas porciones de plata y oro y dinero a cuenta de obras a efectuar en su taller, no habiando cumplido ninguna de sus compromisos. El inventario judicial (quiebra) tan sólo se salva por el espíritu ahorrador de García de los Reyes, quien cubre el total adeudado con sus ahorros, entre lo que recordamos los 200 reales de vellón entregados para la hechura de dos coronas y dos cetros para la Hermandad de la Virgen de la Cabeza de Espejo; 1.800 reales para un corredor de plata para el convento de la Merced de la ciudad, o los cuatrocientos que los padres basilios le entregaron para empezar una custodia sobredorada para el propio convento del Alzácar Viejo.
Algo similar ocurrió con la custodia de Espejo, tasada su realización en 100 reales por cada marco que realizara, recibiendo bastantes porciones de plata que a la muerte del maestro no se consiguieron encontrar. La demanda judicial sobrevuela a los herederos, no quedando ahorros del joven Bernabé, ofreciendo éste su trabajo para compensar la deuda, lo que es aceptado aún a sabiendas que aun se trataba de un aprendiz de platero. El resultado fue la primera de sus custodias (estrenada en el Corpus de 1725), reconocida como una de las mejores de España en algunos tratados de arte.
Aguilar mantuvo en vida un "convenio" con el platero Tomás de Pedrajas por el que se establecía que cualquier obra que recibiera cualquiera de los dos, sería cobrada a partes iguales por ambos, aún cuando no colaborase uno de ellos. Se sabe por escrituras posteriores que en la custodia de Espejo Aguilar tan sólo realizó un trono, si bien el compromiso al que llegaron era el de realizar, además, las cinco figuras que decoran a la propia Custodia; trabajo que no llegó a realizar. Fuera como fuese la obra, realizada en su casi totalidad por García, quedó firmada por ambos.
Tan sólo después de entregar la magnífica custodia de Espejo es cuando Bernabé se examino para el gremio de los plateros, concretramente el 30 de julio de 1725, siendo hermano mayor de la cofradía de San Eloy (la de los plateros) Francisco Bruno Valenzuela. Su trabajo no sólo es merecedor del título de maestro, sino que pronto consigue la plaza de maestro mayor de la Catedral de Córdoba, fin último al que aspiraba cualquier maestro platero de nuestra ciudad.
El Cabildo Catedral le encarga una de las restauraciones a las que ha sido sometida la custodia de Arfe de nuestra Catedral, terminándose en 1735 según consta en la inscripción que dejó: "Se renovó siendo Gobernador de este Obispado D. Pedro Salazar de Góngora, Deán y Canónigo de' esta Santa Iglesia, por el Ilmo. se- ñor D. Tomás de Rato, Obispo de ella, y Obrero el Sr. D. Juan Gómez Bravo, canónigo de dicha Santa Iglesia Catedral año 1735, por el Maestro Bernabé García de los Reyes". En el pedestal introduce escenas de lo entonces llamado "la máscara seria", los acompañantes de la procesión con sus instrumentos, bailarinas y músicos.
En poco tiempo realiza obras como los atriles ciriales de la parroquia del Soterraño de Aguilar, los atriles de la propia Catedral de Córdoba, la Custodia de Posadas (de menor mérito que las anteriores). Su fama crece paralelamente a sus trabajos, siendo nombrado Hermano Mayor de la Cofradía de San Eloy, encontrando apoyo cualquier platero que necesite de su ayuda; tanto económica como en términos de avales. Tras su periodo como hermano mayor es elegido consiliario de la misma, falleciendo el 29 de diciembre de 1750. A su muerte dejó viuda y seis hijos, siendo la mayor, Rafaela, quien se casara con el también platero cordobés Damián de Castro, creador del rococó cordobés y considerado por muchos como el más original de los plateros del siglo XVII y quien también restauró la Custodia de Arfe (1784).
David Simón Pinto Sáez