Blas Jesús Muñoz. Vivir en la contradicción, créanme, es lo
más natural. Tanto que uno mismo puede cambiar dos y tres veces de
parecer dentro de una misma conversación y no tiene ni que ser
larga. El problema estriba cuando la contradicción alcanza aquellos
valores que, o bien se defiende a capa y espada de Diego Alatriste, o
bien se basa en fundamentos que deben o han de ser el sustrato de tus
convicciones.
Y en la contradicción (o, tal vez, en la confusión) habito,
desde que en un artículo publicado en ABC de Córdoba un hermano mayor
señalaba que "en nuestra parroquia no había formación religiosa". El
dirigente en concreto es de una cofradía de las que pueblan San
Lorenzo y hacía referencia a unos cursos que el párroco ha comenzado a
impartir a las hermandades del lugar.
Llama la atención esta afirmación. Me puse a pensar en la
frase ("no había formación religiosa") y supuse que, tal vez, no se
celebrarán misas y, claro está, no se podría hasta la fecha enriquecer
el espíritu ni formarse o crecer en la propia fe. O, quizá, que se
refiriera a que en esa parroquia no se acuda más que a actos de índole
social...
Luego me dio por pensar que si "no había formación
religiosa" pudiera ser que el párroco no quisiera ofrecerla (raro) y los
cofrades la suplicasen (más raro aun). O que ni tan siquiera el
anterior se dignase a darla y todo, hasta esa primera charla, hubiese
sido una especie de autocracia catolico-cofrade.
Finalmente, la opción basada en pensar que la gente suelta
frases por la boca sin saber lo que está diciendo era la más plausible.
Lástima porque cualquier otra opción hubiera dado para un buen equipo de
investigación. Pero así son las cofradías 2.1.