Blas Jesús Muñoz. Creo que lo leerán en el
Sanedrín, pero me ha hecho tanta gracia que no podía dejar pasar la
ocasión. Al igual que la famosa serie (que no he visto y al parecer
sigue con atención Pablo Iglesias), "Juego de Tronos", la procesión
oficial del Corpus se ha convertido en un juego de varas.
Analizando
fríamente el recorrido que parece haberse instaurado, no me parece del
todo mal cambiar el eje de la ciudad al entorno de la Catedral como casi
en todos los sitios civilizados sucede. La diferencia es que aquí,
dicho eje, necesita trabajos duros de albañilería para dar una
arquitectura que lleve al esplendor y al lustre que tanta falta nos hace
en tantos aspectos.
Entre tanto, en un
recorrido tan breve, tan de barrio como una Octava (como diría, Antonio
Maya) y con tanta representación... varas y estandartes lucen al sol de
la tarde de un domingo que no nos invita a pensar en recuperar ni tan
siquiera el jueves, pues se torna en un anhelo tan imposible como otros
tantos que porta la insuficiente Córdoba.
Varas,
estandartes y medallas que hacen del Corpus una justa medieval con el
Obispo cubierto con su capa ante el Santísimo y, salteados, trajes de
colores varios y vestidos palabra de honor que, al final, van a dar
razón a la prohibición de escotarse en la Magna porque aquí, por
nosotros mismos, no sabemos ni vestirnos.