Blas Jesús Muñoz. Durante los últimos años la
integración de los grupos jóvenes, en muchas cofradías, ha ido en
aumento de manera simétrica a la relevancia de las actividades que han
ido desarrollando en las mismas. Se entiende que, hace unos años o
décadas, la juventud que crecía en cofradías lo hacía por otros canales
menos reglamentados.
Y, aunque la reglamentación no
es el ideal en todo momento, no es menos cierto que los grupos jóvenes
parecen responder en muchos casos a unos parámetros tácitos que los
lleva, por ejemplo, a ser protagonistas en la labor social de sus
hermandades. Ejemplos de ello, hay bastantes, si bien -a nivel personal-
me gustaría destacar la intensa acción que desempeña el de la Hermandad
de la Merced. Las numerosas actividades que desarrollan son y deben ser
un estímulo para su propia cofradía, sino observarlo como un modelo
exportable a otras.
No obstante, para que no
haya equívocos, las recogidas de ropa y alimentos como recientemente
informábamos de los respectivos grupos jóvenes de Caído y Buena Muerte
dan cuenta de que el rol, de estas corrientes integradoras de las
hermandades, aumenta en protagonismo y, probablemente, cubren parcelas
que -en otro contexto- estarían desatendidas.
Sin
entrar en detalles, lo negativo es comprobar como los jóvenes ocupan un
espacio que, de no ser por ellos quedaría vacío. Esta negación conlleva
una afirmación, puesto que en el futuro, ese espacio seguirá siendo
propio y la siguiente generación ocupará su sitio natural y no el que
sus predecesores tuvieron que asumir con antelación.