Blas Jesús Muñoz. Este pasado domingo día 21, no
cabe duda de que Córdoba ha vivido un momento histórico con la llegada a
la ciudad de la Patrona de Cabra de cara a su participación en el Regina Mater, María Santísima de la Sierra.
Un
recibimiento al que Córdoba pocas veces acostumbra y que ha sido
multitudinario. Bastaba con ver la afluencia de público en el Puente
Romano o en la propia Puerta del Puente, donde pareciera tratarse de un
asentimiento, una reverencia debida, una aclamación popular de las que
muy pocas veces se ven.
Hasta la fecha, la
Virgen de la Sierra se ha encumbrado en la cúspide de la Magna Mariana,
mientras parecen olvidarse algunas ausencias. Una de ellas, la de la
Virgen de las Angustias (y por motivos ya explicados), nos dejará sin
poder contemplar la obra póstuma de Juan de Mesa.
El
caso de la Virgen de Araceli, seguramente, hubiera sido parecido en
recibimiento al de la Patrona de los egabrenses. Privados de la enorme
dimensión de la devoción aracelitana, la Virgen de la Sierra ha llenado
la ciudad, por sí misma, de un nuevo tiempo letífico.