Si bien la semana pasada abordaba el tema de las bandas de Semana Santa
desde una perspectiva positiva, con todo lo que aportan a las Hermandades
incluso a la sociedad, hoy toca contar verdades incómodas, como en aquel artículo
que escribí hace un año más o menos (Verdades incómodas de la música cofrade).
La semana pasada era la cara, hoy es la cruz.
Hay un argumento muy manido y facilón con respecto al mundillo de las
bandas que se utiliza a modo de defensa, y que seguro que algún músico de banda
está tentado a utilizar al leer este texto. ¿Qué haces tú –por mí- hablando
tanto de bandas si no has estado en ninguna en tu vida? Es un dato empírico,
nunca he formado parte de ninguna banda ni tengo nociones musicales que
trasciendan más allá de lo básico. Pero… ¿ello me incapacita para hablar? En un
país donde cualquiera habla de política o de cualquier otro tema sin tener ni
idea, incluso los propios músicos hablan de Hermandades sin haber vivido lo que
significa formar parte de una, y mucho menos el esfuerzo que se requiere para
sacar una Cofradía a la calle, incluido pagar a las propias formaciones
musicales. ¿Para opinar de bandas hace falta ser un experto musical? Pero si
los propios componentes, en líneas generales, tienen poca idea de solfeo,
exceptuando las bandas de música, con varios miembros de conservatorio entre sus
filas. Lo alababa la semana pasada, esa labor de formación musical hacia
chavales que, cuando llegan a una banda, no distinguen una corchea de una
redonda. Así que si alguien está tentado a cuestionarme qué hago exponiendo mi
reflexión crítica con respecto a un ámbito que no vivo de cerca… que se
pregunte primero a sí mismo, ¿opino yo sobre las Hermandades que “me” pagan sin
tener ni idea de todo lo que hay detrás de una Estación de Penitencia? Por mi
parte está bien que se haga, pero que nadie me venga a exigir títulos de
conservatorio para expresar mi opinión libremente. Puedo no entender de
conceptos musicales avanzados, pero tengo oídos para escuchar y opinar sobre la
interpretación de las marchas, y tengo ojos para percibir comportamientos y
formas de actuar que se alejan de las que, a mi parecer, debería tener
cualquier formación musical.
El de las bandas –como el de las Hermandades- es un mundo en general
turbio, cosa que achaco a la sociedad actual, el consumismo y el afán por sacar
dinero de cualquier forma. Hay una doble vara de medir que hace que la frontera
entre lo laboral y lo amateur quede un tanto difusa en este ámbito. Me explico.
Para unas cosas las bandas son para compartir la afición por la música cofrade,
pero para otras se tiene una visión totalmente empresarial para sacar provecho (€).
Con respecto a los contratos, se negocian gran cantidad de variables, se buscan
excusas hasta debajo de las piedras para tratar de encarecer al máximo el
contrato en cuestión. Kilómetros, horas de estación de penitencia, ¡hasta
número y estilo de marchas que se tocan! Todo con tal de poder “trincar”
-entiéndase las comillas como una expresión coloquial- el máximo. Y si cuela,
cuela. Para esto, las bandas sí son un mundo profesional o semi-profesional. Pero
en cambio es un mundillo de aficionados cuando no se reparte ni un céntimo de
las ganancias de Semana Santa entre los componentes que han posibilitado que se
cobren esos contratos, o cuando se incumplen contratos firmados por años porque
ha salido “algo mejor” en otra parte, o cuando se racanean marchas en la calle….
¿No perciben la hipocresía? O todos moros o todos cristianos, dobles varas de
medir, las justas.
Es cierto que una banda tiene gastos durante todo el año, unas más, otras
menos, unos más necesarios y otros menos. Y ni que decir tiene que al contratar
a una banda tienes que pagar por ello, porque están prestando un servicio y han
de ser justamente remunerados por ello. Pero la excusa de los kilómetros y demás
no cuela. Primero porque la poca experiencia que tengo me dice que todos estos
pretextos que señalaba anteriormente se quedan en nada cuando, de corazón, una
banda desea ir tras el paso que se le ofrece. La cuestión económica queda en
segundo plano, no importan los kilómetros ni las horas de procesión. No quiero
generalizar, por ello me gustaría dejar bien claro que no todas las bandas
tienen esta visión empresarial de este mundillo. Y segundo, y estrechísimamente
relacionado con lo anterior, porque cuando se trata de un día de los que es
complicado encontrar contrato, o especialmente cuando la oportunidad de tocar
en una capital aparece, todo aquello parece pasar a un segundo plano. Se cobra
transporte y poco más, o ni eso. Es algo que se sabe y que ya denuncié en el
anterior artículo, por lo que no me extenderé. Sólo cabe recordar que me
resulta paradójico que las Hermandades que más ingresan –las de capital- sean
las que, por regla general, menos pagan a las bandas, mientras que las
Hermandades más humildes y con menos poder de generar dinero sean las que han
de pagar más. Lo que en unas Hermandades con unas determinadas características
es una competición por ver qué banda pide un contrato más elevado, en otras
Hermandades con otras características distintas es una competición por ver cuál
se baja más los pantalones con tal de darse ¿publicidad? en una ciudad
importante.
Una formación musical tiene gastos, claro que sí. Los dirigentes de las
bandas exigen empatía en este sentido, y están en todo su derecho. Pero esta
misma empatía, ¿la demuestran? ¿Se ponen en lugar de la Hermandad en cuestión a
la hora de hacer el presupuesto? Ya les digo yo que no, sólo hay que volver a
sacar el argumento que comentaba anteriormente de la diferencia de peticiones
económicas por parte de una banda hacia una Hermandad en función de si es de
capital o no. Para quien no lo sepa, no sólo el músico trabaja durante todo el
año. Les puedo garantizar que en el seno de una Hermandad se trabaja igual
–más, bastante más en mi opinión- que cualquier formación musical, de cara a
poder afrontar todo lo que supone sacar los pasos a la calle. Que nadie se
olvide.
Ya lo decía en el artículo que escribí el año pasado. No creo que haya
muchos componentes de banda de cornetas, de música o agrupación musical que se
pasen ensayando todo un año, muchas horas al día haga buen o mal tiempo, tengan
otras obligaciones y actividades aparte de la música o no, para salir en Semana
Santa con Hermandades durante las menos horas posibles y lo más cerca del
pueblo/ciudad que toque, y si es en el propio, mejor, por razones de comodidad
y rentabilidad financiera. Evidentemente la cosa cambia si se trata de cariño
hacia la Hermandad en cuestión, pero no es eso a lo que me refiero. El chaval o
chavala que se acerca a una banda lo hace porque le gusta la música, pero
especialmente porque le gusta la Semana Santa. Quienes llevan las riendas de
las bandas deberían ser sensibles a los deseos de sus componentes, y olvidarse
de esa extraña visión empresarial que les lleva a dejar escapar ocasiones que
realmente merecen la pena. Centrarse en buscar no los mejores contratos, sino
los acompañamientos musicales donde se encuentren más a gusto y donde disfruten
más de esta bendita locura llamada Semana Santa desde la perspectiva de las
bandas cofrades. Lamentablemente, nadie sale de pobre gracias a la Semana
Santa, ni siquiera desde una banda.
Deseo de corazón que si algún músico se siente ofendido y ofuscado por lo
que lleva leído me disculpe, pues no es esa mi intención. Pero también me
gustaría que se parara un momento a pensar. ¿Para qué formas parte de una banda
de Semana Santa, incluso de su junta directiva? ¿Por qué esa obsesión con
exprimir el máximo dinero a las Hermandades? Que una Cofradía se fije en tu
banda para acompañar a su amado Cristo o su amada Virgen debería ser un halago,
no una oportunidad para sacar la máxima tajada. Una banda no es una empresa,
-tampoco lo es una Hermandad-. La función de las bandas es poner color musical
a la procesión de un Sagrado Titular, y eso debería ser un honor para cualquier
cofrade que también sea componente de una de ellas.
Soy plenamente consciente de que todo lo escrito aquí no es,
afortunadamente, sintomático de todas y cada una de las bandas del panorama
cofrade, pero me temo que sí es tendencia. Sé de muchas bandas cuyos dirigentes
realmente disfrutan tocando en Semana Santa, sin pensar en más que seguir
mejorando la calidad musical y en poder ir pagando los gastos para que la banda
sobreviva y progrese. Pero principalmente, compartiendo la pasión cofrade con
Hermandades de distintos lugares, creando recuerdos cuyo denominador común es
la música. Me consta que muchos de los encargados de contrataciones se sienten
verdaderamente halagados porque uno se interese por su acompañamiento musical,
dejando de lado otras cuestiones que a mi juicio deberían ser secundarias. Brindo
por todos ellos, por todos esos cofrades de bandas de Semana Santa que he ido
teniendo la suerte de conocer durante mis pocos años en este mundillo. Son
ejemplo a seguir para todos los demás. La Semana Santa y la música son algo
demasiado grande y bello como para empobrecerlo con cuestiones mundanas.
José Barea