Blas Jesús Muñoz. Este domingo finalizaba una etapa muy fructífera en la Hermandad de la Sagrada Cena para dar paso a otra que se aventura ilusionante, a base de proyectos que, aunque ambiciosos, han nacido de la coherencia y de una forma de afrontar objetivos muy característica de la cofradía de Poniente.
Tras dieciséis años ostentando la máxima responsabilidad (dos mandatos consecutivos, una prórroga de cuatro años, otros tantos de descanso y estos que terminan de nuevo en el cargo), Pedro Rojas Villén deja un legado muy valioso a la corporación del Jueves Santo.
Una hermandad que, durante esta década y media ha transitado de la Trinidad a un barrio donde la cofradía fue acogida con ilusión y la revitalizó en todos sus estamentos. Un período que ha visto crecer a la institución de forma exponencial, pero desde unos pilares sólidos que la han convertido en el espejo en que muchas jóvenes hermandades se quieren reflejar.
La figura de su hermano mayor ha resultado fundamental en cuanto a lo alcanzado, así como para entregar el testigo de quienes toman la esperanza del porvenir. Un nombre tan propio como imprescindible para comprender la consolidación de la Hermandad de la Cena en la figura de Pedro Rojas.
