Blas Jesús Muñoz. Uno fue Presidente de la Agrupación de Cofradías, mientras que el otro Pregonero de la Juventud. Uno es el Delegado territorial de Cultura de la Junta de Andalucía, mientras que el otro ocupa el tercer puesto del escalafón del gobierno municipal. Uno debe "mediar" con el Cabildo y el otro ha de hacer lo propio con las cofradías. Sobre el papel parecen dos profundos conocedores de la situación, en la práctica no parece que hayan comenzado con buen pie.
Para el profano y el experto en la materia haber dirigido ocho años las cofradías, al menos en Córdoba, no es ninguna garantía para que el interfecto defienda la Catedral, su gestión y titularidad de forma abierta. De hecho, se puede llegar al esperpento de no responder a un periodista que pregunta de forma insistente por su postura y no parecer sentir empacho por ello.
Probablemente, el pasado en las Peñas de Alcalde pese más que el de las cofradías. O, tal vez, ni uno ni otro sean tan poderosos como el Partido y una llamada mate las nostalgias de golpe. No extraña si tenemos en cuenta que alguien es capaz de pregonar a la juventud cofrade, con más o menos bellas palabras, para unos años después comparar las cofradías con una partida de dominó.
Se puede llegar más allá y equiparar a los católicos con los evangelistas a nivel de importancia cuantitativa en la ciudad. Y, sobre todo, se puede uno quitar la careta y otro ir con la vitola de progre, llamarse cofrades y hasta creer que el monarca actual es el Rey de Bastos. Se puede hacer del cinismo, hipocresía y de ésta mediocridad. Se puede decir lo que se quiera porque aquí la cuenta siempre la paga el último que llega.
Recorrdatorio Enfoque: Un sí quiero cofrade