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viernes, 11 de septiembre de 2015

La Espada de Damocles: Si la culpa fuera nuestra...


Cuando teníamos dictadura, podíamos -con toda razón- criticar al dictador, porque era autoimpuesto. Cuando nos llegó la hora de votar en elecciones, podíamos criticar al político con menos razón porque lo votábamos nosotros, y cuando llegaron las municipales de Córdoba…volvemos a lo primero porque votamos a Ambrosita.

La imagen del día 6 en la procesión patronal, para mi gusto -recuerden que esto es un artículo de opinión- fue decepcionante, me decepcionaron los cofrades cordobeses. Aunque la imagen que se ha vendido, incluso desde los medios es de apoyo total a la patrona, a mi me resultó más bien de desaliento, desaliento ante un patio de los naranjos vacío, y ante unas calles despobladas en su mayoría. Queremos defendernos de los desaires municipales, pero para ello tenemos que ganarnos ese derecho.

Si yo fuera un moralista, me resultaría contradictorio pedir respeto a los políticos, cuando en la misa del domingo 6 faltaban más de la mitad de los que estaban citados. Y lo peor no es que faltaran, es que no creo que asistieran a ninguna de las de la víspera o del mismo domingo, cuando saben que la misa dominical es obligatoria. Pero más duele la falta a esa, por estar dedicada a nuestra madre y patrona, apartando pues la devoción que más o menos le profesemos.

Cofrades, cordobeses, no exijamos lo que no cumplimos, que es el respeto. No aleccionemos que debemos más bien callar por nuestros actos. A mí no me alegra que nos humillen, pero es que no nos damos cuenta de que nos humillamos nosotros mismos. ¿Qué hacemos para identificarnos como católicos? Nada, es que no hacemos nada, y sacar una imagen a la calle desde luego no. Si eso es ser católico es esta ciudad, entonces o yo me equivocado de ciudad o de religión.

Criticamos que no vengan nuestros representantes a los actos cofrades, pero nosotros tampoco vamos, criticamos la poca ayuda social que da el ayuntamiento, pero tampoco la damos nosotros, criticamos que la alcaldesa es una imposición, pero hay hermandades que son gobernadas por los mismos criterios. Con eso datos ¿Qué exigimos? ¿Acaso damos muestras de unidad si no somos capaces ni de ponernos de acuerdo para que bajen todas las cofradías a la catedral? No eximo la nobleza de nuestras peticiones de respeto, pero es que debemos hasta de callarnos.

No pido imposibles, pido coherencia, que hace tiempo que no la usamos. Pido que los hermanos mayores antes de presentarse a una hermandad piensen: ¿cumplo y comparto el catecismo de la Iglesia, cumplo con mis obligaciones como católico, obedezco a la jerarquía eclesiástica y la respeto como tal? Piénsenlo porque si incumplimos aunque sea una de esas normas y deberes, ya os aviso que no hay razón moral para presentarse como candidato a una asociación dependiente, y que forma parte, de la Iglesia.

Córdoba, se va hundiendo poco a poco en una espiral de decadencia y degradación, cuya única culpa poseemos. Ya sabemos que la capacidad intelectual de los políticos deja mucho que desear, ya sabemos que Isabelita no sirve ni para esconderse, y sabemos que sus discursos venían de serie en el manual de “demagogia y tergiversación para tontos…digo políticos”. Pero no usemos las carencias, desplantes y desaires de esa señora y su camarilla de ineptos para ocultar la verdad que contempla al mundo de las cofradías.

Un mundo compuesta de hipocresía, nuestra robusta fachada barroquizante, son, como ya dije hace tiempo, como los altares de cultos. Muy bonito y muy rígido pero carente de estabilidad más allá de la que dan los materiales de las precarias estructuras que los erigen. Todo a nuestro alrededor, nuestra forma de ser y realidad, son altares de cultos que con el mínimo movimiento se desvanecen. Son castillos de naipes fáciles de derribar.

Para poder hablar primero hay que robustecernos por dentro, quitando aquellas actitudes que nos pudren y afean. Primero seamos católicos con todas sus consecuencias, y si no, no seamos cofrades. Segundo, dejemos de jugar a los pasitos y pensemos un poquito en la caridad y en prójimo. Tercero, no cambiemos enseres ni pasos con la que está cayendo si no es necesario (no crítico lo que se hace de nuevas, pero hay hermandades que cambian de paso, como de camisa, cuando está terminada la talla, y con la que está cayendo). Cuarto, las hermandades se tienen que comportar como hermandades, no como peñas sociales, y sus hermanos mayores dar la cara y aunque un domingo se esté muy bien en el sofá viendo el fútbol. Si se está invitado a un acto como es la misa y procesión patronal, asistir. Y si no, no haberse presentado a hermano mayor. Hay que ser consecuente con los cargos. Quinto volcarse por mejorar el panorama cultural de nuestra ciudad, no dejemos que actos que nos conciernen como el Corpus siga siendo causa de vergüenza. No hablo de la Fuensanta porque más que vergüenza da pena.

Y por último rezar, rezar y comprender que no podemos exigir lo que no merecemos. Hay que ganarse el respeto, y caballeros, seamos sinceros, eso los cordobeses no lo sabemos hacer muy bien. Porque no se explica cómo teniendo los medios que tenemos, somos lo que somos: la decadencia personificada. 

Antonio Maya Velázquez









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