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viernes, 11 de septiembre de 2015

Enfoque: Los comparsistas también saben de cofradías


Blas Jesús Muñoz. Mi partido "no viene a quitar la Semana Santa", sino "a mejorarla" (José María González, Alcalde de Cádiz). "En un contexto de crisis tan fuerte en la ciudad, la ciudadanía no alcanzamos a entender cómo se destinan tantísimos recursos públicos a este fin (la Semana Santa), cuando los beneficios además son cuantiosos e incrementan año tras año, mientras que el Ayuntamiento muchas veces se ve atado de pies y manos por falta de presupuesto para realizar políticas muy necesarias en materia de servicios sociales" (Laura Mingorance, Portavoz de Podemos).

Tras ese caudal de declaraciones uno no sabe muy bien si pensar, por un lado, que el Alcalde de Cádiz es un hombre del Renacimiento que de todo sabe (carnaval, cofradías, política...), o bien nos hallamos ante un discurso (el del alcalde y sus allegados) barato, demagógico, altanero y pusilánime.

Barato a la parque demagógico porque los argumentos son tan pobres que intentan pasar por alto la labor social que llevan a cabo las hermandades. La misma que tantas administraciones han descuidado y los novísimos inventores de la pólvora prometieron erradicar.

La altarería aparece cuando se autodenominan capaces para mejorar la Semana Santa desde su posición ideológica. De hecho, para mejorar algo hay que estar a la altura y no acudir a recibir una medalla de la guisa con que fue el Alcalde. Uno que ha vestido siempre como ha querido (mal, por supuesto) cree tener las suficientes luces para acudir medianamente arreglado cuando la situación lo indica. El Alcalde de Cádiz parece igualarse en la vestimenta a los demás,  lastima que no reparta su sueldo y así se iguale a los cofrades que reparten lo poco o lo mucho que sacan de limpio sus hermandades para repartir entre quienes lo necesitan. Un reparto equitativo más socialista que cualquiera de la new age política española.

Pusilánime porque a ellos lo que les gustaría es no dar nada, pero su cobardía electoral, la que hace preso a casi cualquiera que ostenta su cuota de poder, le impide actuar abiertamente. Y es que los comparsistas se la dan de artistas humildes que, en el fondo, matan por u  premio y sus dos minutos de gloria. Porque para que la gloria se sostenga sólo puedes ser Martínez Ares, no un segunda de Bienvenido.





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