José Barea. Este domingo 13 de septiembre ha tenido lugar el primero de las tres jornadas del Triduo en honor de los Dolores Gloriosos en la Iglesia del Hospital de San Jacinto. Como es tradicional, las Hermanas de la Consolación se encargan de organizar los Solemnes Cultos a la titular de la Cofradía que procesiona el Viernes Santo Cordobés.
La celebración de este Triduo en honor de los Dolores Gloriosos continuará el lunes 14 y el martes 15 dando comienzo a las 19:30 en la sede canónica de la corporación, ocupando D. Manuel María Hinojosa Petit la Sagrada Cátedra.
Para tal acto Nuestra Señora de los Dolores luce la saya roja y el manto de las palomas, diseñados a finales del siglo XIX. El periodista Jesús Cabrera, en la boletín de 2007, escribió acerca del citado manto, una pieza que goza de una singular relevancia patrimonial, un interesante estudio que hemos rescatado de la web http://www.losdolores.org/ y que reproducimos a continuación:
El Manto de las Palomas
En el rico ajuar de Nuestra Señora de los Dolores hay una serie de piezas con historia propia. Las circunstancias por las que llegaron a formar parte del ropero de la dolorosa con más devoción de la ciudad hacen que cada una de ellas cuente con una personalidad que le ha hecho trascender hasta el punto de adquirir un alto nivel de popularidad. Una de estas piezas es, sin lugar a dudas, el manto de las palomas. Aunque esta pieza de terciopelo azul se complemente con una saya roja, la profusión de aves bordadas en plata que la decoran le ha dado nombre y así es conocida cada vez que lo luce la Señora, generalmente en el camarín y excepcionalmente, sólo en salidas extraordinarias, en la calle.
El origen de este manto se sitúa en la última década del pasado siglo, un periodo marcado por las constantes disputas con el director del hospital y capellán de la hermandad, el sacerdote Angel Redel. La personalidad de este presbítero y sus aportaciones artísticas al acervo patrimonial de la cofradía merecen un estudio más detallado que incremente y revalorice sus trabajos así como enriquezca, porque lo merece, la historia de nuestra Semana Santa.
Nadie le discute a Redel su conocimiento sobre la talla de Nuestra Señora de los Dolores ni su honda personalidad estética. Por tal razón creó para ella un ajuar que marca el cenit de su patrimonio y atavío. Quizás sea el manto de las palomas el más popular de estos enseres.
Aprovechando el septembrino septenario de los Dolores Gloriosos de 1896 se marcó el sacerdote un pulso con la propia hermandad para conocer cuál sería la reacción popular al presentar a la dolorosa vestida con un manto celeste tan alejado de su negro tradicional. La reacción favorable le animó sobremanera a culminar el bordado de la pieza que se presentaría completa, y se estrenaría, en el septenario de 1897 por corresponder a él la organización de estos cultos del final de verano.
Ante el éxito social obtenido, Angel Redel pretende una procesión extraordinaria en dicho verano para lucir su nueva obra de arte, ya que él fue el autor del diseño, director del proceso de bordado y recaudador de los donativos para su financiación. Con la negativa de la hermandad a esta salida, se inicia un nuevo enfrentamiento motivado por el uso del manto. Como solución se acuerda recuperar la olvidada procesión del Domingo de Ramos, aunque debido al elevado coste de dos salidas en un mismo año se impone con posterioridad su uso alterno con el de las estrellas o de Alburquerque, por ser el apellido del obispo que lo sufragó en 1865.
La singularidad de su diseño la maestría en su confección así como su perfecta adaptación a la fisonomía de la Dolorosa servita hicieron que rápidamente el pueblo de Córdoba se identificara con esta pieza bautizándola con el sobrenombre ya mencionado. Desde su estreno en el septenario glorioso de 1897 los cordobeses conocen que la Virgen de los Dolores luce esta emblemática pieza en septiembre y diciembre así como en toda salida procesional fuera de la Semana Santa.
El Manto de las Palomas
En el rico ajuar de Nuestra Señora de los Dolores hay una serie de piezas con historia propia. Las circunstancias por las que llegaron a formar parte del ropero de la dolorosa con más devoción de la ciudad hacen que cada una de ellas cuente con una personalidad que le ha hecho trascender hasta el punto de adquirir un alto nivel de popularidad. Una de estas piezas es, sin lugar a dudas, el manto de las palomas. Aunque esta pieza de terciopelo azul se complemente con una saya roja, la profusión de aves bordadas en plata que la decoran le ha dado nombre y así es conocida cada vez que lo luce la Señora, generalmente en el camarín y excepcionalmente, sólo en salidas extraordinarias, en la calle.
El origen de este manto se sitúa en la última década del pasado siglo, un periodo marcado por las constantes disputas con el director del hospital y capellán de la hermandad, el sacerdote Angel Redel. La personalidad de este presbítero y sus aportaciones artísticas al acervo patrimonial de la cofradía merecen un estudio más detallado que incremente y revalorice sus trabajos así como enriquezca, porque lo merece, la historia de nuestra Semana Santa.
Nadie le discute a Redel su conocimiento sobre la talla de Nuestra Señora de los Dolores ni su honda personalidad estética. Por tal razón creó para ella un ajuar que marca el cenit de su patrimonio y atavío. Quizás sea el manto de las palomas el más popular de estos enseres.
Aprovechando el septembrino septenario de los Dolores Gloriosos de 1896 se marcó el sacerdote un pulso con la propia hermandad para conocer cuál sería la reacción popular al presentar a la dolorosa vestida con un manto celeste tan alejado de su negro tradicional. La reacción favorable le animó sobremanera a culminar el bordado de la pieza que se presentaría completa, y se estrenaría, en el septenario de 1897 por corresponder a él la organización de estos cultos del final de verano.
Ante el éxito social obtenido, Angel Redel pretende una procesión extraordinaria en dicho verano para lucir su nueva obra de arte, ya que él fue el autor del diseño, director del proceso de bordado y recaudador de los donativos para su financiación. Con la negativa de la hermandad a esta salida, se inicia un nuevo enfrentamiento motivado por el uso del manto. Como solución se acuerda recuperar la olvidada procesión del Domingo de Ramos, aunque debido al elevado coste de dos salidas en un mismo año se impone con posterioridad su uso alterno con el de las estrellas o de Alburquerque, por ser el apellido del obispo que lo sufragó en 1865.
La singularidad de su diseño la maestría en su confección así como su perfecta adaptación a la fisonomía de la Dolorosa servita hicieron que rápidamente el pueblo de Córdoba se identificara con esta pieza bautizándola con el sobrenombre ya mencionado. Desde su estreno en el septenario glorioso de 1897 los cordobeses conocen que la Virgen de los Dolores luce esta emblemática pieza en septiembre y diciembre así como en toda salida procesional fuera de la Semana Santa.