Blas Jesús Muñoz. ¿Les sorprende el titular? Supongo que, por desgracia, ya no nos sorprende nada. Y la desgracia no se halla en que se busque una frase o dos palabras que impacten, sino en el hecho que vive en el fondo de las mismas. Aunque no sepamos si vive o habita porque no son términos sinónimos.
La mediocridad habita entre nosotros como una pandemia que, mientras a la mayoría impulsa a buscar -o ni siquiera detenerse a ello- la solución más cómoda para uno mismo; cada vez son menos los que someten su parcela individual al proyecto común. Este hecho está tan arraigado en la sociedad que, en cualquiera de sus parcelas multidisciplinares, podemos apreciarlo.
Para un gobierno mediocre (si es que hay alguno que no lo sea) las palabras se las lleva el viento y, donde ayer solo había reproche, hoy te abrazo y hasta toco el martillo de tu cofradía, por ejemplo. U a otro de sus congéneres se le ocurre educar por su cuenta en sexualidad repartiendo lubricantes en los institutos.
Cuando la cosa se lía acuden al argumentario del mediocre: otros lo hicieron antes. Como si con tal exabrupto se otorgará carta de naturaleza a la acción cometida. Y, entre tanto, se atreven a ocupar el sitio natural de la familia en cuanto a la educación se refiere.
La filosofía se me agota, se me cae y me rebela con las estupideces de estos llamados "socialistas" que dejaron de merecer el calificativo en Suresnes y que, como las veletas, predican en la dirección del viento de turno. Predican en sus altares en los que dibujan un capullo. Una metáfora perfecta de quienes se creen su discurso.