Blas Jesús Muñoz. Aquí no pasa nada. Las noticias tienen un recorrido breve, suben como la espuma de una cerveza de baja calidad y bajan más rápido que subieron. El trayecto da, en el mejor de los casos, para una semana y todo lo que venga después suele estar condenado a perderse por los cuadritos de papel de la prensa escrita o en un lugar poco privilegiado de la publicación digital.
Sin embargo, hay quien se obstina en que su noticia salga o simplemente realiza la acción porque sabe que, pasado el efecto noticiable, la impunidad campará a sus anchas por toda la amplitud del Paseo de la Victoria. Como el triunfo del cobarde que realiza su "azaña" (no confundir con el apellido de aquel político), a escondidas, oculto, cobarde y maleducado.
El monumento al sacerdote Antonio Gómez Aguilar ha vuelto a ser atacado y así parece que la aventura puede prolongarse hasta el infinito de la estupidez del autor o autores. Pero también una parte de culpa habita en quienes lo permiten con su inacción. Repetiré hasta el hartazgo (como quienes lo pintan o intentan destrozar el busto, pero a la inversa y con la palabra), el supuesto de que la estatua homenajeara a otro ilustre. Entonces el movimiento popular que lo sufragó sería asociativo y una falta de respeto a Córdoba y a los cordobeses y cordobesas.
Por desgracia, la historia de la izquierda (sin "h") en esta ciudad siempre parte de patrañas tales como autoproclamada mayoria cuando no lo es, poner en valor a colectivos minoritarios por delante de los mayoritarios (hermandades con "h"), hacer de la política, confundirla, con un sistema clientelar que tanto rédito le ha dado en San Telmo... Hacer la la labor social el privilegio de grupúsculos que militan y abanderar, mientras los impuestos y las miserias de su dispendio la paga la mayoría.
Por eso hace tanto de sus mayorías absolutas que ni se las recuerda. Por eso no esperen medidas que acaben con la persecución injustificada hacia una estatua y lo que representa porque en su democracia sólo entran los suyos.