Blas Jesús Muñoz. Las cofradías y la herencia recibida, no pocas veces van de la mano. De hecho, en muchos sentidos deberían ir indisolubles, pero como en todo hay excepciones y casos discutibles. Hay legados que lastran y otros que deberían ser custodiados como el mayor de los tesoros.
Sin embargo, la sucesión -como en la vida civil- se grava con un impuesto. Que tu padre o quien sea te legue lo que con tanto esfuerzo construyó no supone una transacción entre particulares para papá estado o mamá Junta de Andalucía. Tan es así que mamá Junta te cobra uno de los impuestos más caros de todo el territorio Nacional y supongo que a más de uno le darán ganas de renunciar y que se metan la herencia donde le quepa al...
En las cofradías, al menos en algunas, no estaría de más que la autoridad eclesiástica, por ejemplo, gravara un impuesto al hermano mayor que llega queriendo poner del revés el calcetín o poniéndose uno de cada color con tal de innovar, cuando buena parte del camino está recorrido. Llamémoslo ego, proyección o estupidez. La cuestión es que sucede y una buena medida persuasoria sería la consistente en pagar una tasa de tu bolsillo.
Podría hacerlo el Ministerio de Justicia o Interior, gracias a la nueva ley de registro. Ya que los tienen fichados, el siguiente paso es sacarles la manteca. Por desgracia todo se reduce a dinero y, llegado el caso, es aprovechable el vil metal para poner una señal de dirección prohibida que, de no atenderla, quita puntos y te toca el bolsillo.
Recordatorio Enfoque: ¡Pagas tú!