Blas Jesús Muñoz.
Blas Jesús Muñoz. Noviembre llega vestido luto, con rostro de Mujer. No es una Mujer cualquiera, sino la Madre de Dios. Y sus lágrimas caen como Rocío leve al llegar la madrugada, cerca de la Catedral, en un pequeño y acogedor templo. En san Roque, la mirada de la Santísima Virgen se despoja de oropeles y, a media tarde, cuando la luz es más tenue y juega con las sombras, Ella aguarda en su mirada las plegarias de sus devotos.
La Hermandad del Perdón, la misma que ahora proyecta su ilusionante presente en su palio que es deseo donado de sus cofrades, se proyecta en la mirada de la Dolorosa de Romero Zafra, más joven a sus veinticinco años de rezos y miradas que se conjugan en la suya como si siempre hubieran sido en cualquier momento anterior.
Ella reza en silencio, expectante, por las almas de los caminantes que la buscan, la ansían y para los que es una luz en la mitad justa de las noches que aguardan al invierno. Ella es solo Ella, María Santísima, vestida de luto, en la mirada de Antonio Poyato.