Suspira el querubín y duda por las alas confeccionando horarios parciales con un lápiz, una goma de borrar Milán y un bloc de notas con más tachones y borrones que los de un niño de primaria al que no le sale bien la tabla de multiplicar del nueve.
Suspiros alados que se convierten en sudor que le gotea hasta por las alas mientras comprueba como una hermandad que cualquiera diría que tiene relación con el campo y ya va a la Catedral ahora da problemas para que vayan como si fuera una venganza poética.
Suspira el Ángel porque sabe que todo podría arreglarse si fueran otros que se echan fotos como si estuvieran en los Happy 20th y lo arreglarán todo entre muros, hábitos, sotanas y reuniones en las que advierten, avisan o anuncian consecuencias.
Joaquín de Sierra i Fabra
