Suspira el querubín mientras bate las alas con fuerza contra el viento y le da la vuelta a las nubes para viajar atrás en el tiempo y contemplar con una sonrisa maliciosa lo que ahora no se quiere recordar y lo que pudo ser y no fue, pero vuelve del pasado y se pone de moda como las gafas de pasta.
Suspiros alados que vuelven con los ecos de una música de palio que algunos no querían y ahora nadie podría quedarse en silencio. El día del estreno el agua mojó las partituras y en su templo alguien muy sanguíneo con uno de los ideólogos de la hermandad, en lugar de flores lanzaba gritos que anunciaban el castigo divino por traer una banda de plantilla completa.
Suspira el Ángel al recordar a un Cristo itinerante que estuvo cerca de detener su camino en una plaza tan cordobesa que se quedó callada al verlo y el Señor siguió caminando entre fliscornios hasta llegar a un barrio castizo que lo quiso, aunque no todos los hermanos suspiraron por sus huesos.
Joaquín de Sierra i Fabra