Marcos Fernán Caballero. La instantánea que tienen sobre estas líneas ha dado mucho que hablar entre los miembros de las distintas secciones de opinión de Gente de Paz. Como parte totalmente imparcial (la Paz y Esperanza no es una de las Hermandades de las que soy miembro numerario) me han pedido que exprese por escrito mi parecer sobre este altar de Triduo con el que la Cofradía capuchina cierra los actos del LXXV aniversario de su fundación.
El primer detalle que llama la atención es, evidentemente, la presencia de San Juan Evangelista junto a los dos Titulares de la Cofradía. Una Imagen que no es Titular de la corporación y que, tras varios años cedida a la Hermandad del Buen Suceso, ha retornado a la Cofradía para la que fuera gubiado por Juan Martínez Cerrillo. ¿Debería o no debería estar en este altar de Cultos extraordinario? A mi parecer la presencia es muy discutible. Primero porque, como ya hemos reseñado, no es Titular de la corporación. En segundo lugar también se debe considerar que la talla del Discípulo predilecto tampoco tiene una calidad especialmente destacable. No obstante también se puede considerar que su presencia ayuda a “ordenar” el altar logrando una composición piramidal y, asimismo, es cierto que las vestimentas utilizadas mejoran notablemente la presentación de la Imagen. Dejo el debate de la presencia del Evangelista abierto, porque yo mismo no lo acabo de tener muy claro, aunque me inclino a pensar que yo en lugar de los responsables del montaje probablemente no habría contado con dicha Imagen.
Pasamos a tratar el tema de la cera. Últimamente está de moda utilizar el mayor número de piezas de candelería posibles. Cuantas más entren en el altar, mejor. A mí no me parece mal la cantidad, pero creo que, en general, las tres tallas del altar quedan enterradas en la cera, especialmente Nuestra Señora de la Paz y Esperanza y también San Juan Evangelista. Es bastante evidente que las tres requieren muchísima más altura que las que los responsables de la Hermandad han decidido darles.
Finalmente nos centramos en los doseles utilizados. Así para comenzar la utilización de dosel sobre dosel es una solución que no me convence en absoluto. La solución empleada para abarcar el mayor ancho posible del altar y no dejar a la Virgen y a San Juan con el fondo de las pinturas del retablo mayor me deja mucho –pero mucho- que desear. La bambalina superior de bordados vegetales (más vista que el tío de los caballitos, fíjense en las colgaduras de decenas de pisos en bastantes tramos de la carrera oficial en Claudio Marcelo) es mejor que no apareciera. Así a las claras. Lo que ya no tiene nombre ni perdón de Dios, a nuestro criterio, es haber dejado al Santo Ángel que preside el altar mayor del templo con la cabeza asomando por encima del dosel mirando el paisaje…
Francamente, a una Hermandad como la Paz y Esperanza (a mí esto de “la Paz” a secas no me convence, siempre fue Paz y Esperanza) hay que exigirle muchísimo más. Independientemente, me reitero, de la conveniencia o no de usar la talla de San Juan, los restantes aspectos comentados son, sin ánimo de resultar pretencioso, errores de bulto que, a estas alturas de la película, tienen difícil justificación.
El primer detalle que llama la atención es, evidentemente, la presencia de San Juan Evangelista junto a los dos Titulares de la Cofradía. Una Imagen que no es Titular de la corporación y que, tras varios años cedida a la Hermandad del Buen Suceso, ha retornado a la Cofradía para la que fuera gubiado por Juan Martínez Cerrillo. ¿Debería o no debería estar en este altar de Cultos extraordinario? A mi parecer la presencia es muy discutible. Primero porque, como ya hemos reseñado, no es Titular de la corporación. En segundo lugar también se debe considerar que la talla del Discípulo predilecto tampoco tiene una calidad especialmente destacable. No obstante también se puede considerar que su presencia ayuda a “ordenar” el altar logrando una composición piramidal y, asimismo, es cierto que las vestimentas utilizadas mejoran notablemente la presentación de la Imagen. Dejo el debate de la presencia del Evangelista abierto, porque yo mismo no lo acabo de tener muy claro, aunque me inclino a pensar que yo en lugar de los responsables del montaje probablemente no habría contado con dicha Imagen.
Pasamos a tratar el tema de la cera. Últimamente está de moda utilizar el mayor número de piezas de candelería posibles. Cuantas más entren en el altar, mejor. A mí no me parece mal la cantidad, pero creo que, en general, las tres tallas del altar quedan enterradas en la cera, especialmente Nuestra Señora de la Paz y Esperanza y también San Juan Evangelista. Es bastante evidente que las tres requieren muchísima más altura que las que los responsables de la Hermandad han decidido darles.
Finalmente nos centramos en los doseles utilizados. Así para comenzar la utilización de dosel sobre dosel es una solución que no me convence en absoluto. La solución empleada para abarcar el mayor ancho posible del altar y no dejar a la Virgen y a San Juan con el fondo de las pinturas del retablo mayor me deja mucho –pero mucho- que desear. La bambalina superior de bordados vegetales (más vista que el tío de los caballitos, fíjense en las colgaduras de decenas de pisos en bastantes tramos de la carrera oficial en Claudio Marcelo) es mejor que no apareciera. Así a las claras. Lo que ya no tiene nombre ni perdón de Dios, a nuestro criterio, es haber dejado al Santo Ángel que preside el altar mayor del templo con la cabeza asomando por encima del dosel mirando el paisaje…
Francamente, a una Hermandad como la Paz y Esperanza (a mí esto de “la Paz” a secas no me convence, siempre fue Paz y Esperanza) hay que exigirle muchísimo más. Independientemente, me reitero, de la conveniencia o no de usar la talla de San Juan, los restantes aspectos comentados son, sin ánimo de resultar pretencioso, errores de bulto que, a estas alturas de la película, tienen difícil justificación.