Blas Jesús Muñoz. El tiempo se detiene en Santiago. Antonio Poyato camina por la ciudad, entre las sombras del luto inmemorial. No es un noviembre más y el clima se recupera en las iglesias que miran a su Catedral como el horizonte certero que aguarda sus tesoros traspasados de la madera para ser devoción de tantas generaciones.
El fotográfo ha dejado de serlo. Es un caminante entre las sombras que atestigua cada detalle, cada lágrima tan débil como el cristal, cada pliegue que se rompe entre las formas debidas, ensoñadas. El dolor de la Virgen de los Desamparados reconforta porque aguarda una esperanza, la de la eternidad prometida.
El fotográfo ha dejado de serlo. Es un caminante entre las sombras que atestigua cada detalle, cada lágrima tan débil como el cristal, cada pliegue que se rompe entre las formas debidas, ensoñadas. El dolor de la Virgen de los Desamparados reconforta porque aguarda una esperanza, la de la eternidad prometida.