Les confieso que durante estos días extraños no tenía muy clara la forma
en que abordar el último trago al cáliz de 2015. Cáliz, amargo en no
pocas ocasiones e ilusionante, en otras tantas. Tuve la tentación de
resumirle el año a Marcos (no a Fernán, sino al que me lleva por el
camino de su ilusión). También lo estuve de pedir a los Reyes Magos,
algo que no esté a mi alcance (al contrario que hace vuestra alcaldesa,
que les pide trabajo cuando ella es quien tiene que crearlo), pero estoy
convencido que a más de uno le hubiera provocado resaca antes de la
borrachera.
Me dispuse, escuchando el Ave María que
tan magistralmente interpreta Las Cigarreras, a repasar lo que ha dado
de sí 2015 y, entre tanto ruido de fondo de capataces, bandas, más
capataces, más bandas, extraordinarias, dimes y diretes; decidí quedarme
con tres reflexiones que -a nivel personal- me han estimulado bastante y
que suponen el paso preciso entre lo que vivimos y aquello que nos
aguarda.
Comenzando por lo más reciente, se
hace digno de elogio el artículo de opinión de Rafael Ruiz en ABC de
Córdoba sobre lo acontecido con las subvenciones que el gobierno
municipal ha retirado a "determinadas" asociaciones. En contadas
ocasiones, uno se subleva (en el mejor de los sentidos) ante lo que está
leyendo y, cuando acontece, porque la verdad tiene un solo camino, solo
te puedes descubrir, reconocer y felicitar con regocijo.
La
segunda estriba en el hecho de que, como les conté hace unos meses, mi
amigo sigue sin luz ni agua, pero como las prebendas se reparten entre
camaradas, haciendo de la izquierda una monarquía ilustrada que ilumina
al pueblo con su sabiduría infinita, no lo catalogan en uno de sus
colectivos emergentes. Entre tanto, las cofradías -o algunas de ellas-
se siguen partiendo el alma por los demás. Por ello, me gustaría poner
en valor aquel llamamiento que hizo en junio la Hermandad de la Merced
pidiendo leche para la cáritas parroquial ¿Para qué sirven determinados
políticos, si cualquier asociación, del tipo que sea, llega a más
hogares que cualquiera de sus medidas?
La
última me quita el sueño desde hace días. Y es que resulta que no me
decido a poner un azulejo de San Rafael en el portal de mi bloque. Los
vecinos han dado su visto bueno, en votación asamblearia (sin empate
sospechoso como la de la CUP), pero al tratarse de una zona común dudo
de si se tratará de un espacio público donde haya que aplicar el
laicismo. No quiero ni pensar cuando salga de casa el Viernes Santo,
vestido de nazareno...
Blas Jesús Muñoz