He tenido el privilegio de cerrar un año dulce, un año repleto de satisfacciones y también de algún desengaño, como la vida misma. Un año que junto a Rafael Muñoz y mi equipo quedará enmarcado en la memoria: Regina Mater, Miércoles Santo, Jueves Santo, Salida de la virgen del Carmen, extraordinaria del 250 aniversario… Un año, donde sobre todo me quedo con el cariño de esos hombres que rezan de esta forma tan especial, con su entrega incondicional, con su respeto, con su empatía, con la mirada cómplice, con el sabor dulce de saber que aunque estamos de paso hemos conseguido dejar pinceladas de trazos firmes y de gran belleza, en este efímero lienzo que es la vida. Pero el año termino y casi sin quererlo ya estamos en tiempo de igualas. Es momento de reencuentros, de saber con cuantos efectivos contará cada cuadrilla, pero fundamentalmente es momento de potenciar la Fe, la devoción, y si me apuran, hasta la afición. Es hora de exigir y a la vez de dar, sabiendo que los únicos protagonistas son ellos, nuestros titulares.
La vida nos dice y nos hace ver, que nadie es más que nadie, ocupe el lugar que ocupe, nadie es imprescindible y este bendito oficio perdurará a nosotros mientras exista fe. Su carácter efímero e inmaterial lo hace arte, pero para mantenerlo, para dignificarlo aún más si cabe, para sacarlo de lo mundano, es necesario que los que tenemos cierta responsabilidad tomemos como ejemplo a aquellos que nos antecedieron.
El capataz no es más que una pieza de este grandioso mecano, una pieza que tiene mucha responsabilidad, y dentro de esta, debería estar la de inculcar a nuestras cuadrillas no sólo técnica, también Valores. Cada cual tendrá los suyos y no soy yo quien para dar ejemplo o decir que los míos son más validos que otros, pero sí creo fundamental que estos valores sean caballo de batalla dentro de cualquier grupo humano. Los valores dignifican nuestro oficio, enriquecen nuestro patrimonio, y fortalecen al grupo. Valores tan deteriorados y tan necesarios como: compromiso, compañerismo, sacrificio, lealtad y respeto son para mí líneas infranqueables, que se deben reforzar y trabajar, si además conseguimos amistad, estaremos ante un grupo cohesionado que superara cualquier dificultad en todo momento, en cada ensayo, en cada salida, en cada reto y el grado de superación igualará o supera al anterior, pero además estaremos haciendo hermandad, base fundamental de nuestra existencia.
Manuel Orozco