Blas J. Muñoz. La Cuaresma llama a la puerta de cualquier mañana de febrero donde el azul de la mañana contrasta con el tisú bien plegado en cualquier templo, sobre el rostro encarnado de la Virgen a la que se reza con tantos nombres que son siempre el mismo.
María llama a la ciudad vestida de hebrea, marcando el calendario exacto de los días que restan a la Pasión. Y se afianza en la mirada extensa de la Virgen de la Trinidad para dar cuenta de las amorosas manos de su vestidor, Eduardo Heredia, y las décadas que él y Ella han compartido en el silencio de la noche en el templo de San Juan.
María se viste de niña en las retinas de la Virgen de la Encarnación que ya aguarda el Domingo que deshaga las sombras y tome la luz de los días para entregarse a la ciudad que se asombra desde Jesús Divino Obrero hasta la Catedral, ataviada por las inconfundibles manos de Antonio Villar.
En la Merced, la Quinta Angustia aun celebra y anuncia los días que vendrán entre los colores que rmevocan a Israel y su Éxodo. Llama viva y fuego en una imagen atrayente que se viste a través de las manos de Álvaro Abril. Y que, en definitiva, ya nos anuncia que Córdoba se halla a las puertas de una nueva Cuaresma, vestida -por medio de sus devociones- de hebrea.
@BlasjmPriego
Fotos cedidas por las hermandades de la
Santa Faz, Amor y Antonio Poyato