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jueves, 25 de febrero de 2016

Donde nace el Azahar: La Virgen del Alcázar Viejo


Blas J. Muñoz. Sigue avanzando la Cuaresma y, en su recorrido por días desiguales, una luz vuelve a brillar entre las nubes que anuncian la primavera. El adiós a un invierno extraño que, nuestro protagonista, abandona en las madrugadas hirientes de sus recuerdos vencidos.

Avanza lo el último Plenilunio que antecede a Nisán y aguarda el Paresceve definitivo. Mira al cielo y piensa en el esfuerzo no sólo compartido, sino sostenido por decenas de generaciones a través de siglos y rotativas que se aguardan en las almenas de un Alcázar que ejemplifica la fortaleza devocional hacia su Señor de cientos de años.

Una luz brilla en la penumbra hostil de la noche. Irradia de su candelería un calor piramidal que la centra y la expande al universo de la ciudad, que son miles de urbes en una sola. Frágil y decidida avanza de la mano de los hombres que a Ella se entregan y se derraman en el esfuerzo generoso de un amor cuidado cada noche.

Él la miraba desde la distancia exacta en que sólo pudieran coincidir sus dos solas miradas. La Virgen del Alcázar Viejo pareció empañar un halo aun más reconfortante y él, absorto en su rostro, sencillamente se dejó llevar a su universo de luz, de miles de años, de miles de días, de miles de ciudades dentro de la misma.




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