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lunes, 21 de marzo de 2016

Y te entregaron la Cruz





Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle Mt 27 31

Te condena la justicia que imparte el cobarde que lava sus manos, el miserable incapaz de ser justo que se ampara en un gesto insignificante para calmar su conciencia por enviar al cadalso a quien nada ha hecho más que predicar amor y paz. Y ordena que te azoten y castiguen y te entreguen la cruz del martirio, riéndose la fortuna del hijo del hombre, a las puertas de San José…

Y Tú, Señor, aceptas como estaba escrito, cargar con la verdadera cruz... el pesado madero del pecado y el rechazo, del odio y la ira, de la codicia, la envidia, la maldad y el llanto. Y abrazas la cruz cruzando el puente de la duda, como mi alma se aferra a la orilla de tu magisterio, el que nos muestra que te entregas a tu destino a cara descubierta y de pié… siempre de pie; porque cada vez que roces el suelo volverás a erguirte para que el mundo sea testigo de tu Gran Poder Eterno que se sobrepone al dolor y la tristeza de sentirse rechazado por aquellos a los que vienes a iluminar, vestido con la túnica de la responsabilidad del cumplimiento de tu deber supremo con la certeza absoluta de todo tiene sentido…


Cargado con la sentencia
que crucifica mis sueños.

Olor a muerte en el viento
abriendo paso entre el pueblo,
el mismo que te esperaba
como maná de los Cielos
y con palmas te aclamaba...

Quiero ofrecerte el consuelo
y decirte que te quiero,
que mi alma agradecida
busca ser el cirineo
pa’ tu espalda dolorida.

Porque tu cruz es la mía,
tu condena es mi condena,
tus heridas mis heridas,
tu Verdad es mi frontera,
mi orgullo y filosofía.

Guillermo Rodríguez




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