Comienza uno a bajar de esa nube que es la Semana Santa y su inmediatamente
posterior “resaca”, y conforme baja esa euforia causada por palios, bandas o
chicotás inolvidables, la cruel realidad pega a la puerta y no queda más
remedio que abrirle. Ya no hay otra solución que volver a esperar otro año con
sus 365 días.
Pero además, oyendo de aquí y de allá, caigo en la cuenta de que nada
cambia, por muy mágica que sea una jornada de Domingo de Ramos o lo mucho que
te haya acercado a la divinidad esta o aquella sagrada imagen, el hombre en
forma de cofrade no aprende ninguna lección. Las Hermandades continúan siendo
un objeto de deseo de aquellos que pretenden convertirlas en un escaparate de
promoción social, esos mismos cuyo único fin es convertir tal o cual Cofradía
en un coto de caza de vaya usted a saber qué trofeos. Áridos terrenoss de batalla y trincheras desde las que atacar al hermano hasta de propia Cofradía, por el mero hecho de pensar distinto al prójimo. Sólo importa el destacar
por encima del otro, si es pisándole, casi mejor. El mensaje del Evangelio no
traspasa la coraza mundana y para el cofrade de a pie, todo queda en un
festival folclórico de música y coreografías de pasos. De norte a sur, de este a oeste de nuestra geografía, nadie se salva.
La situación es un poco como el famoso Día de la Marmota norteamericano,
se repite una y otra vez y parecemos anestesiados al paso de los años. No
aprendemos nada de un tiempo fuerte de reflexión y cambio como es la Cuaresma,
de la lectura del Evangelio, de las enseñanzas de los directores espirituales.
Nos limitamos a pretender ser expertos en organizar cortejos, bandas o en la forma de
llevar los pasos, quedándonos en lo externo y despreciando lo espiritual. Nada
nuevo bajo el sol, sé que es un tema que he abordado incontables veces, por lo
que no pretendo volver a escribir ni a aburrir a nadie en cuanto a esta
cuestión. Pero es un pensamiento que me aborda constantemente y no he podido
evitar escribir de ello. Hay que hacer algo, porque está visto que el
inmovilismo lo único que produce es que la vida siga igual.
José Barea