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jueves, 14 de abril de 2016

Verde Esperanza: La vida sigue igual...


Comienza uno a bajar de esa nube que es la Semana Santa y su inmediatamente posterior “resaca”, y conforme baja esa euforia causada por palios, bandas o chicotás inolvidables, la cruel realidad pega a la puerta y no queda más remedio que abrirle. Ya no hay otra solución que volver a esperar otro año con sus 365 días.

Pero además, oyendo de aquí y de allá, caigo en la cuenta de que nada cambia, por muy mágica que sea una jornada de Domingo de Ramos o lo mucho que te haya acercado a la divinidad esta o aquella sagrada imagen, el hombre en forma de cofrade no aprende ninguna lección. Las Hermandades continúan siendo un objeto de deseo de aquellos que pretenden convertirlas en un escaparate de promoción social, esos mismos cuyo único fin es convertir tal o cual Cofradía en un coto de caza de vaya usted a saber qué trofeos. Áridos terrenoss de batalla y trincheras desde las que atacar al hermano hasta de propia Cofradía, por el mero hecho de pensar distinto al prójimo. Sólo importa el destacar por encima del otro, si es pisándole, casi mejor. El mensaje del Evangelio no traspasa la coraza mundana y para el cofrade de a pie, todo queda en un festival folclórico de música y coreografías de pasos. De norte a sur, de este a oeste de nuestra geografía, nadie se salva.

La situación es un poco como el famoso Día de la Marmota norteamericano, se repite una y otra vez y parecemos anestesiados al paso de los años. No aprendemos nada de un tiempo fuerte de reflexión y cambio como es la Cuaresma, de la lectura del Evangelio, de las enseñanzas de los directores espirituales. Nos limitamos a pretender ser expertos en organizar cortejos, bandas o en la forma de llevar los pasos, quedándonos en lo externo y despreciando lo espiritual. Nada nuevo bajo el sol, sé que es un tema que he abordado incontables veces, por lo que no pretendo volver a escribir ni a aburrir a nadie en cuanto a esta cuestión. Pero es un pensamiento que me aborda constantemente y no he podido evitar escribir de ello. Hay que hacer algo, porque está visto que el inmovilismo lo único que produce es que la vida siga igual.


José Barea




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