Blas J. Muñoz/Juan Pérez. Todo comenzaba con un tweet que
rezaba algo así: "Muchos devotos y cofrades coinciden en señalar a la
Virgen de las Aguas como la Virgen más humana de Sevilla". La reflexión
la publicaba De Nazaret a Sevilla y casi se hacía inevitable pensar en
las capillas que, durante estos días, pareciera que solamente miran a
Almonte en busca de la mirada serena de la Blanca Paloma.
Aun con todo, habrá quien encuentre en la ciudad tranquila,
el remanso necesario de los días en que todo pasa despacio, como si los
años se retrotrayesen a un pasado no tan distante, Donde todo era
bastante menos global y huérfano de su masificación contemporánea.
Mirando a la Virgen de las Aguas todo parece encontrar
sentido. En Ella dilucidamos nuestra propia mortalidad de criaturas
frágiles que buscan su consuelo entre la oscuridad. Y es aquí donde su
carácter humano se contagia de la pureza misma con que fue concebida.
Dos caracteres unidos en torno a cada Imagen, de candelero o
de talla completa, la grandeza de la Fe hecha arte para retomar el
pulso de la devoción se aprecia más estos días y se desgasta con la
tranquilidad de otro tiempo en que el Rocío era menos masivo y la ciudad
permanecía tranquila también para devolvernos a nuestra propia
historia.