La semana pasada el pleno en la Agrupación de las penitencias para tratar el asunto de la carrera oficial quedó en agua de borrajas, como normalmente suele ocurrir cuando las cosas se tratan de manera no pertinente en tiempo y forma. No obstante la cacareada reunión nos dejó varios detalles acerca de los cuales resultaría muy pertinente, a nuestro entender, reflexionar largo y tendido.
En primer lugar, ¿por qué la Agrupación que preside Gómez Sanmiguel plantea en este momento el traslado? No debemos olvidar que apenas restan tres semanas para que esta junta agote su mandato y el presidente actual es el único candidato aspirante para seguir al frente del máximo órgano de representación de las Hermandades y Cofradías cordobesas. ¿No habría sido más oportuno que un tema de este calado lo afrontasen ya los componentes de la nueva junta de la Agrupación? ¿A qué se debe tanta prisa cuando estamos a casi diez meses de la semana santa de 2017?
¿Por qué los representantes de las Hermandades no conocían de antemano cuál era el proyecto sobre el que se iba a votar? ¿No es un asunto de la suficiente trascendencia como para que la junta de gobierno de cada corporación hubiese tenido sobre la mesa un proyecto cerrado sobre el que poder emitir un juicio razonado? Y, en estas circunstancias, ¿cómo es posible que varios hermanos mayores estuvieran animados a votar el posible traslado sin más explicaciones que las expuestas? Aunque visto el penoso nivel de algunos rectores de nuestras Cofradías lo sorprendente es quizás que todavía a uno le cause asombro que se tomen decisiones de cualquier manera. ¿Se escandalizan por mis palabras? Un ejemplo: el pasado miércoles uno de los hermanos mayores presentes, ni corto ni perezoso, se despachó diciendo que su Cofradía nunca jamás había tenido como objetivo hacer estación de penitencia en la Catedral. Claro: olvidaba que para la extraordinaria de su Hermandad, celebrada no hace mucho, la Catedral sí tuvo su manifiesta relevancia. Menos mal que alguno de los presentes hizo por refrescar a este hermano mayor la memoria.
¿Estamos dispuestos a asumir que, con una propuesta como la planteada por la Agrupación en la que se descarta el paso por el interior del primer templo de la ciudad, estamos –con toda probabilidad- diciendo adiós a la apertura de la segunda puerta? Creíamos que, obviando el paso de este año por la Catedral de todas las Hermandades, el cual tenía un carácter marcadamente reivindicativo y excepcional, todos teníamos claro que, sin segunda puerta, el traslado de la carrera oficial era imposible. ¿A qué obedece este cambio de parecer?
Finalmente –y no por ello menos importante- es razonable atender a la política de gestos. ¿Se han dado cuenta de que ya ha dejado de aparecer en prensa el recurrente martilleo progresista sobre la expropiación de la Catedral? ¿Han observado que hace unos meses el nombre del monumento volvió a ser Mezquita-Catedral en lugar de Catedral? Son meras conjeturas de quien les escribe, pero uno no puede evitar plantearse si aquí no hay ya un acuerdo tácito o incluso rubricado en el que, a cambio de no hablar más de segundas puertas, se destierran las amenazas de expropiación. Unos acceden a llamar Mezquita Catedral a la Catedral y otros acceden a una carrera oficial que no pase del Patio de los Naranjos.
Marcos Fernán Caballero