Guillermo Rodríguez. Cada año, cuando se alcanza el ecuador del periodo estival, y media España regresa al hogar después de un merecido descanso y la otra media comienza el éxodo hacia la costa o el pueblo, se reproducen escenas que traducen en frases e imágenes el ocaso del curso que llega a su fin. A veces con la mirada puesta en algún acontecimiento inminente a la vuelta de la esquina, ciudadanos de todo tipo cierran la puerta del ejercicio concluido, con la satisfacción del deber cumplido por el trabajo bien hecho.
También en el universo cofrade tienen lugar estas fronteras que suponen el límite invisible que separa un curso del siguiente. Como ha ocurrido con los más jóvenes de la Hermandad del Cristo de Gracia, que con el objetivo de la salida del pasito de la Santa Cruz marcado en rojo en el horizonte del tiempo venidero, han dado por finalizado un curso cofrade lleno de deberes cumplidos, con la promesa de seguir construyendo hermandad del mejor modo que conocen; siendo cantera y erigiéndose en futuro de nuestras corporaciones.
Cuando septiembre marque la reanudación de nuestra cotidianidad, los jóvenes del Cristo de Gracia volverán a acariciar con la punta de los dedos convertirse en costaleros por obra y gracia de su fe. Para reproducir lo que aprendieron de sus mayores y alcanzar el sueño maravilloso de ser una gota más del venero infinito del que beben nuestras cofradías.