Entre lo rancio y lo añejo, entre lo actual y lo pasado, sin olvidar las modas y modismos, se encuentra, el arcaico vocabulario, para algunos, que se utilizaba años atrás en esta nuestra semana santa. Atrás quedaron expresiones como: pata, palo o cola, hoy sustituidas por zanco, trabajadera o trasera.
Con, una buena mano, se hace referencia a una buena chicotá y así nos pasa con un sinfín de voces autóctonas que se están perdiendo en la actualidad. Habituales eran las llamadas del capataz a la cola en referencia a la trasera y respuestas como, ¡la cola está! o un simple ¡está! se han sustituido por un “aullido” exportado que es perceptible a gran distancia y que alerta de la pronta levantá del paso.
Con, una buena mano, se hace referencia a una buena chicotá y así nos pasa con un sinfín de voces autóctonas que se están perdiendo en la actualidad. Habituales eran las llamadas del capataz a la cola en referencia a la trasera y respuestas como, ¡la cola está! o un simple ¡está! se han sustituido por un “aullido” exportado que es perceptible a gran distancia y que alerta de la pronta levantá del paso.
Esas voces de mando de nuestra antigua Semana Santa, son un patrimonio nuestro, encierran en ellas un carácter propio, un carácter que refleja como pocos la idiosincrasia de una ciudad a la que le cuesta evolucionar, ciudad que a veces vive en un sin vivir, que parece querer detener el tiempo y que tarda en asumir determinadas formas y maneras. Ciudad de bares con apartados en habitaciones, con patios que se abren una vez al año y donde el medio de vino en barra, adquiere carácter de tertulia romana.
Y a pesar de todo esto, está ciudad no ha tardado en imitar estos aspectos y ha dejado en el olvido aquellas maneras que aunque menos vistosas o mejor dicho, con una sonoridad menos acorde y menos artística, encierran en si un patrimonio histórico que no debiera perderse por arcaico, rancio o añejo que nos parezca.
Y a pesar de todo esto, está ciudad no ha tardado en imitar estos aspectos y ha dejado en el olvido aquellas maneras que aunque menos vistosas o mejor dicho, con una sonoridad menos acorde y menos artística, encierran en si un patrimonio histórico que no debiera perderse por arcaico, rancio o añejo que nos parezca.
Manuel Orozco