Esther Mª Ojeda. Unos días atrás, la cuenta de Twitter “Archivo Cofrade” (@Archivo_Cofrade) volvía a dejarnos una singular imagen del pasado cofrade, concretamente del año 1927 y bajo un inmejorable título que describía la escena como “el eterno diálogo de la Amargura con San Juan”. No es ésta la única muestra que la Semana Santa nos ha regalado para acercarnos al momento en que la Virgen iniciaba su particular camino del Calvario con la inestimable compañía y el apoyo de Juan.
Hemos tenido la oportunidad de ser testigos del momento al que tantas veces se ha denominado como “Sacra Conversazione” con la Virgen de Gracia y Amparo o con la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso en Sevilla o con la Virgen del Amor y la Reina de los Ángeles, a la que Juan siempre acoge bajo su brazo, en Córdoba. Pero sin duda, los acontecimientos que marcaron la historia de la Virgen de la Amargura – cuya advocación responde al tema real de esta popular iconografía – bien podrían haberse traducido en una conversación eterna con el discípulo amado.
Hemos tenido la oportunidad de ser testigos del momento al que tantas veces se ha denominado como “Sacra Conversazione” con la Virgen de Gracia y Amparo o con la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso en Sevilla o con la Virgen del Amor y la Reina de los Ángeles, a la que Juan siempre acoge bajo su brazo, en Córdoba. Pero sin duda, los acontecimientos que marcaron la historia de la Virgen de la Amargura – cuya advocación responde al tema real de esta popular iconografía – bien podrían haberse traducido en una conversación eterna con el discípulo amado.
A pesar de que esta dulce titular sevillana fuese realizada a comienzos del siglo XVIII, no fue hasta 1763 cuando Benito de Hita y Castillo rectifica la posición de la Virgen para dejar a un lado la típica soledad de María y adaptarla a la compañía de San Juan, con quien que ya siempre compartiría escena.
Sin embargo, la relación entre ambos se caracterizó por los amargos momentos que hicieron honor a la advocación y que comenzaron con el famoso incendio que se originó en el interior del paso en la noche del 26 de Marzo de 1893, día en el que se había tomado una fotografía de la Virgen y San Juan ya en su paso momentos antes de su salida. Pero una vez que el palio llegó a la Plaza de San Francisco, se produjo el fuego en el interior del paso que provocó la precipitada salida de los costaleros. Aunque fue posible aplacarlo, el daño ya estaba hecho, no tan solo en la ropa de ambas imágenes sino en la encarnadura del rostro de la Amargura así como en sus manos y la pierna de San Juan, la cual se partió al tratar de arrancar dicha talla de la peana. Como cabe imaginar por el relato, una escena que causó un gran impacto y tristeza en los presentes y que quedó reflejada en el famoso dibujo realizado por el pintor José Arpa.
Y años más tarde, con la llegada de la Guerra Civil y sumándose a otras conocidas historias como la de la Macarena, las circunstancias hicieron que los titulares de la Hermandad de la Amargura tuvieran que ser escondidos, lo que dio lugar a las siempre impactantes y, en cierto sentido, indescriptibles imágenes que nos mostraban a la Virgen con un pañuelo cubriendo su cabeza y encerrada en un cajón de madera del ceramista Carlos González.
Al fin y al cabo, toda una historia llena de sucesos vividos por las tallas de la Virgen de la Amargura y San Juan a lo largo del tiempo que, en efecto, aún podrían seguir alimentando su sagrada conversación.