Guillermo Rodríguez. En una ciudad como Sevilla, existen dos universos que marcan definitivamente su más profunda esencia, el fútbol y las cofradías. Dos manifestaciones sociales que vertebran su idiosincrasia y que estructuran la composición de una ciudadanía repartida entre béticos y sevillistas, entre capillitas y kofrades, entre fans de las cornetas y defensores de las agrupaciones, entre macarenos y trianeros, entre nazarenos de capa y de cola, entre amantes del caminar de San Gonzalo y quienes mueren por la zancada de la cuadrilla del Señor.
Una dicotomía que se derrama por cada uno de los rincones de una ciudad que late fútbol y cofradías por todos los poros de su piel y que sería completamente distinta, trágicamente distinta, si no existieran. Por eso es una circunstancia natural que ambas manifestaciones se entremezclen sin que nadie se atreva a cuestionar la idoneidad de que así sea. Un cruce de caminos que se evidencia cada año, al inicio de la competición oficial, cuando los dos equipos de la ciudad acuden a solicitar amparo ante Dios mismo y su bendita Madre.
Este año se cumple un siglo del nacimiento de Benito Villamarín, una figura que marcó de un modo fundamental la historia del Betis y para conmemorar esta efemérides, el equipo verdiblanco ha realizado su tradicional ofrenda floral en la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes y Santa Genoveva, sede de la Hermandad del Tiro de Línea, como homenaje a la estrecha relación entre nuestro Club y la popular Hermandad de Santa Genoveva. Una vinculación que nació en el mandato de Benito Villamarín al frente del Real Betis, cuando el presidente de la entidad donó la canastilla del paso del Señor Cautivo para que la Hermandad pudiera hacer su primera estación de penitencia en el año 1958. Un acto en el que ha estado presente Ernesto Sanguino, miembro de la directiva del equipo heliopolitano y contrastado capataz que, en unos días, se situará bajo los focos al frente del palio de la Paz del Porvenir, una muestra más de dos mundos que se fusionan con absoluta naturalidad.
Algo similar hizo el Sevilla hace unas semanas ante la Virgen de los Reyes en la Capilla Real de la Catedral hispalense en un emotivo acto que también forma parte de la tradición del equipo de Nervión. Dos hermosas muestras que ponen de manifiesto la ineludible vinculación existente en fútbol y cofradías en la ciudad de la Giralda, que se materializa en misterio del Polígono de San Pablo, el paso de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, que lleva tallados los escudos centenarios del Betis y del Sevilla. O en los candelabros de cola del palio de la Hiniesta, que tiene labrados los escudos de ambos clubes. O la propia Santa Genoveva que declara su beticismo en un varal del palio de Nuestra Señora de las Mercedes.
Las cosas son como son. En Sevilla, el fútbol y las cofradías son las dos caras de la misma moneda, la esencia y el sentimiento del sevillano, tan particular para sus cosas y tan pasional en su concepción de la propia existencia. Dos elementos que forman parte del espíritu verdadero de un pueblo que nació para sentir de un modo singular, personal e intransferible.
Fotos @hdadstagenoveva
Una dicotomía que se derrama por cada uno de los rincones de una ciudad que late fútbol y cofradías por todos los poros de su piel y que sería completamente distinta, trágicamente distinta, si no existieran. Por eso es una circunstancia natural que ambas manifestaciones se entremezclen sin que nadie se atreva a cuestionar la idoneidad de que así sea. Un cruce de caminos que se evidencia cada año, al inicio de la competición oficial, cuando los dos equipos de la ciudad acuden a solicitar amparo ante Dios mismo y su bendita Madre.
Este año se cumple un siglo del nacimiento de Benito Villamarín, una figura que marcó de un modo fundamental la historia del Betis y para conmemorar esta efemérides, el equipo verdiblanco ha realizado su tradicional ofrenda floral en la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes y Santa Genoveva, sede de la Hermandad del Tiro de Línea, como homenaje a la estrecha relación entre nuestro Club y la popular Hermandad de Santa Genoveva. Una vinculación que nació en el mandato de Benito Villamarín al frente del Real Betis, cuando el presidente de la entidad donó la canastilla del paso del Señor Cautivo para que la Hermandad pudiera hacer su primera estación de penitencia en el año 1958. Un acto en el que ha estado presente Ernesto Sanguino, miembro de la directiva del equipo heliopolitano y contrastado capataz que, en unos días, se situará bajo los focos al frente del palio de la Paz del Porvenir, una muestra más de dos mundos que se fusionan con absoluta naturalidad.
Algo similar hizo el Sevilla hace unas semanas ante la Virgen de los Reyes en la Capilla Real de la Catedral hispalense en un emotivo acto que también forma parte de la tradición del equipo de Nervión. Dos hermosas muestras que ponen de manifiesto la ineludible vinculación existente en fútbol y cofradías en la ciudad de la Giralda, que se materializa en misterio del Polígono de San Pablo, el paso de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, que lleva tallados los escudos centenarios del Betis y del Sevilla. O en los candelabros de cola del palio de la Hiniesta, que tiene labrados los escudos de ambos clubes. O la propia Santa Genoveva que declara su beticismo en un varal del palio de Nuestra Señora de las Mercedes.
Las cosas son como son. En Sevilla, el fútbol y las cofradías son las dos caras de la misma moneda, la esencia y el sentimiento del sevillano, tan particular para sus cosas y tan pasional en su concepción de la propia existencia. Dos elementos que forman parte del espíritu verdadero de un pueblo que nació para sentir de un modo singular, personal e intransferible.
Fotos @hdadstagenoveva