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jueves, 6 de octubre de 2016

¿Dónde está el Cristo del Adarve?


Guillermo Rodríguez. Hoy, repasando Twitter me he encontrado con la foto que encabeza este artículo colgada por el tuitero @MushoCordoba, y me he llevado una "sorpresa" al comprobar que el Cristo del Adarve ha desaparecido. Mi sorpresa se acrecienta por el hecho de que el sábado pasado pasé por ese punto y allí estaba, "luciendo" la impresentable pedrada perpetrada por algún personajillo aún más impresentable, que se dedica a destruir aquello que odia en un ejercicio del más repugnante respeto a la libertad y al pensamiento divergente. Un auténtico antidemócrata. 

Al constatar su ausencia no he podido por menos que preguntarme por ella y esperar que haya sido el Ayuntamiento el responsable, porque considerando la impunidad absoluta que perpetúa que continúe siendo objeto de la ira irracional de algún ser despreciable, me he cuestionado si este mismo tipejo o tipeja, o cualquier otro, ha pasado por aquí con una escalera y sencillamente lo ha hecho desaparecer. Total, sigue sin haber absolutamente ninguna medida de seguridad que proteja su integridad. ¿Por qué no va a ser verosímil que, del mismo modo que lo apedrean alguien pueda sustraerlo?.

Recordemos que, como viene sucediendo en los últimos años y a imagen y semejanza de los destrozos sufridos de manera periódica por la escultura de Antonio Gómez Aguilar, párroco de la Trinidad y fundador de la Obra Pía, o la estatua de Manolete que preside la Plaza del Conde de Priego, el Cristo del Adarve, situado en las inmediaciones de la cordobesa plaza de Colón, sufre desde hace años la ira irracional uno o varios atacantes que periódicamente se ceban contra parte del patrimonio colectivo de la ciudad y al que profesa una honda devoción buena parte del barrio en el que habita, ante la incomprensible anuencia del ayuntamiento de la ciudad que nada ha hecho por impedir semejantes ataques con medidas de seguridad preventivas adecuadas para evitar que siga sufriendo daños e identificar a los agresores, al menos para se hagan cargo de la factura de la restauración, y cuyos dirigentes han demostrado escasa preocupación por el lamentable estado que presenta el Cristo, dañado por pedradas.

Bajo el amparo de la cobardía y la seguridad que otorga la recoleta ubicación del cuadro, la nocturnidad y la perenne soledad, el Cristo, obra de Juan Manuel Ayala, ya fue objeto de destrozos en 2013 fecha en la que fue retirado por el ayuntamiento de Córdoba, entonces gobernado por el Partido Popular, para ser restaurado por su propio autor, cosa que es esta ocasión y hasta el momento no ha sucedido bajo mandato de los nuevos inquilinos de la Casa de Capitulares. 

Tras una ausencia de año y medio, la obra regreso a su lugar para volver a recibir ataques en forma de pedradas desde entonces, ante las quejas de los vecinos que no comprenden que puede atentarse impunemente contra un bien común más allá de las creencias religiosas de quien lo cometa, según declaraciones concedidas a ABC por Rafael Soto, presidente de la Federación Cordobesa de Asociaciones Vecinales, quien solicitó al consistorio la entrega del cuadro para el autor “vuelva a repararlo”.

Cabe recordar que tras la restitución en su lugar original, en septiembre de 2014, la pieza fue cubierta por un grueso plástico que no ha impedido que continuase recibiendo pedradas, con el consiguiente deterioro del elemento protector y de la propia obra cuyo estado aconseja una nueva intervención. Al igual que ocurre con otras obras que trufan las calles de la ciudad de San Rafael la ausencia de medidas de vigilancia las convierten en presa fácil para comportamientos propios de quienes carecen del más mínimo respeto por sus conciudadanos y odian lo que no comprenden. Una medidas de vigilancia que impidan que parte de la esencia de nuestra ciudad continúe sufriendo desperfectos impunemente y se puedan adoptar las oportunas acciones legales contra quien ataca a pedradas al Cristo del Adarve, o destroza estatuas como la de Gómez Aguilar o Manolete, ante el silencio de quien tiene la obligación de protegerlas.
Ahora, alguien lo ha hecho desaparecer. 

Esperemos que haya sido el Ayuntamiento para restaurarlo y devolverlo intacto a su lugar original, el que desean los vecinos del barrio. Aunque también sea lícito pensar que si el propio Consistorio no tiene la más mínima intención de hacer nada por preservarlo, igual sería mejor que no volviese y de este modo no continuase siendo objeto de la cobardía de quien sea. Aunque el impresentable se salga con la suya, pero mejor eso que soportar estoicamente el ataque gratuito... o tal vez no y lo que haya que hacer es exigir de una vez por todas que quien hace dejación de sus funciones permitiendo que se destroce el patrimonio de todos cumpla con su obligación. ¿Qué piensan ustedes?.

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