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sábado, 21 de marzo de 2015

La Espada de Damocles: La historia olvidada


La historia siempre ha sido una de esas disciplinas que en la mayoría de casos, se le da el mismo uso que un diccionario, ocupa un lugar de esas estanterías que es nuestro cerebro y sólo hacemos uso de ella cuando se hace necesario resolver dudas o dar respuesta a preguntas concretas. Se puede decir que la historia está siendo, en cierto modo, maltratada, sobre todo por esta juventud en alza, que carece de interés por cualquier cosa que no sea su propio hedonismo.

Dicen que los tiempos cambian, pero si la invención del telégrafo, el teléfono, el automóvil, la penicilina, el ordenador, etc., marcaron una antes y un después en su respectivas épocas, podemos decir que el teléfono móvil o su variante el smartphone, es el gran protagonista de este siglo. Aunque no niego sus incontables ventajas, el smartphone está transformando nuestra sociedad hacia un rumbo no divisable. Dudo mucho que alguien me contradiga cuando opino que el smartphone es el alimento que sacia la vacuidad de nuestros jóvenes, que ahora junto a la novedosa revolución que ha supuesto la aparición del famoso palo selfie en ese gran horizonte que marca la incertidumbre de modas juveniles, se ha ensalzado como símbolo intrínseco de este narcisismo que caracteriza nuestra juventud.

Ciertamente es esa juventud, la que supuestamente es el futuro de todo lo que ahora se puede decir que es nuestro, y no niego que encontrar entre esa masa ingente de hormonas revolucionadas a una sola persona sensata se puede convertir en una tarea tan imposible que se podría tachar de milagro. Pero, de vez en cuando entre esa masa de hormonas se encuentra uno despuntes que hace sentirse tranquilizado, pero por el momento continuemos rezando para que ese número de despuntes siga en aumento.

En el ámbito de las hermandades se observa una oleada de considerable tamaño en continuo vaivén, que siguen la actual moda de las cofradías, moda que concentra a gran parte de los jóvenes costaleros, y en menor grado a los integrantes de las priostías. Sin embargo, esa primavera cofrade que actualmente vive la semana santa andaluza, se verá truncada por un agosto que seque esos brotes y por un otoño que los obligue a caer por su ya marchita unión a ese tronco que es el interés. No malinterpreten mis palabras, no estoy poniendo una fecha de caducidad a ese nuevo interés, porque realmente no sé hasta qué punto se mantendrá con fuerza, pueden ser dos o diez años, pero cuando pase, caeremos en la cuenta del tamaño de ese espejismo que algunos ya mirábamos con cierto escepticismo. La pregunta es: ¿Afectará esa disminución de simpatizantes al futuro de nuestra actual semana santa?

Al fin y al cabo la historia de nuestra ciudad está plagada de una desazón abrumadora. Tenemos lo que nos merecemos, una Semana Santa correcta, unas glorias escasísimas a causa del desinterés que ha tenido esta ciudad por cualquier cosa que signifique esfuerzo, y un Corpus…, de él mejor ni comento, porque es vergonzoso que tengamos uno de los Corpus más simples de toda Andalucía, hasta el punto de que hay Corpus en la provincia más meritorios que el de nuestra querida capital.

Y, os habréis preguntado que tendrá que ver la juventud con la situación de la Córdoba cofrade. Pues tiene que ver en cuanto que debemos confiar en ella para mejorar el presente de nuestro horizonte cofrade, y para ir mejorándolo aún más en el futuro. Y sinceramente, ¿no veis ese futuro un poco negro con los jóvenes que vemos?

Antonio Maya Velázquez











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