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jueves, 20 de octubre de 2016

Siglos de Gracia


Esther Mª Ojeda. Parte esencial de nuestras hermandades son el patrimonio artístico que estas poseen, a menudo de inmenso valor – también sentimental – y convertido en una multiplicidad de símbolos llenos de historia, identidad y características tan inconfundibles como irrepetibles. Aunque, como no podía ser de otro modo, ninguna de esas piezas habría despertado tanta atención ni adquirido tanta relevancia en caso de no haber estado ligadas a la trayectoria de sus respectivos titulares a través del tiempo.

Un tiempo que sigue corriendo inevitablemente, con una mezcolanza de generaciones cofrades encargadas de recoger la herencia que todas las anteriores fueron dejando. Un tiempo que, a pesar de dejar su huella en todos nosotros parece haberse detenido en la colosal imagen del querido Esparraguero. Ejemplo de atemporalidad y exclusividad, ajeno a cualquier tipo de tendencia, el Santísimo Cristo de Gracia ha sido una figura presente en la vida del pueblo cordobés a lo largo de siglos, desde que se produjese su popular llegada – y polémica por parte de los entonces clérigos de San Miguel – a la Parroquia de Santa María de Gracia el 4 de febrero de 1618, fruto de una donación por parte de Francisca de la Cruz.

Sin embargo, la historia del entrañable crucificado tiene sus orígenes muy lejos de la ciudad en la que tanta devoción ha suscitado. Tras haber sido tallado en torno al año 1600 en la mejicana Puebla de los Ángeles por expreso encargo de Andrés Lindo – residente en las Indias – este se decidía a mandarlo a España como un regalo para su hermana: la anteriormente citada Francisca de la Cruz.

El interés sobre el Santísimo Cristo de Gracia aumenta aún más si eso fuera posible al conocerse que, ligado a sus remotos y exóticos orígenes, la imagen de imponentes dimensiones fue ejecutada al modo de los indígenas mejicanos, empleando como material la famosa cañaheja que tanta ligereza aporta a las tallas que quedan finalmente huecas.

¿El resultado? Un crucificado de singular e inigualable belleza, caracterizado por la llamativa longitud de sus brazos, con un cuerpo repleto de hematomas y totalmente desplomado. Su rostro, de evidentes rasgos indígenas, cae también sobre su pecho parcialmente oculto por la tradicional melena natural tan propia de Él.

Una obra tan excepcional no podía sino gozar de la veneración de una gran cantidad de gente, mayoritariamente de orígenes humildes que, movidos por su fe, sacaban al Cristo en constantes rogativas, acudiendo también con considerable frecuencia a visitarlo a su parroquia en el Jardín del Alpargate. Ese mismo fervor fue el que dio lugar a los tradicionales manojos de espárragos que, como símbolo del trabajo de las gentes sencillas, se fueron convirtiendo en parte indispensable del exorno floral que terminó por dar a conocer al Cristo como “el de los esparragueros” para para pasar a ser definitivamente el conmovedor Esparraguero. 


Más tarde, la incorporación de la Virgen, San Juan y la Magdalena – procedentes de un desconocido taller valenciano y realizadas a finales del siglo XIX – vendría a modificar para siempre la escenografía, dando lugar a esa famosa y antigua estampa en que la talla de María Magdalena, extendía sus brazos hacia el Santísimo Cristo en actitud orante. 

Terminaba de constituirse el clásico conjunto que recorre las calles cordobesas en la tarde del Jueves Santo con la adquisición de un nuevo paso. Aunque el entrañable Cristo de Gracia fue portado sobre su antiguo paso hasta 1984, el proyecto de ejecución de uno nuevo se planteó en 1982, derivando en el encargo confiado al ilustre Miguel Arjona Navarro, quien asimismo propuso la idea de inspirar su obra en un acertado modelo gótico.

Aunque el célebre paso pudo procesionar por primera vez en 1985, la obra no estuvo concluida hasta 1989, mostrándose al fin en todo su esplendor, aunando en su conjunto las grandes devociones cordobesas además de los arcángeles, San Álvaro, la Virgen de Guadalupe y la siempre imprescindible presencia de la orden trinitaria.

Con todo ello, la Hermandad del Cristo de Gracia puede sin duda enorgullecerse de ser una de esas cofradías de solera, con una larga historia a sus espaldas y repleta de curiosidades que giran en torno al distinguido crucificado de los Trinitarios.

Fotografía Hermandad de la Misericordia
Fotografía Hermandad del Cristo de Gracia





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