En ocasiones nos sorprendemos, nos enojamos y somos críticos ante modismos, expresiones y fiestas que vienen de fuera, sin pararnos a observar que en el día a día nosotros mismos somos importadores de ellas. Muchos de los que estáis ahora inmersos en esta lectura, sois padres y tenéis a vuestros hijos en clases de refuerzo de inglés, y casi todos, por obligado cumplimiento, habréis tenido que disfrazar a vuestros hijos para que celebren una festividad pagana, anglosajona, muy típica de aquellos países, que va ganando adeptos a pasos de gigante en nuestra sociedad. Pero a la vez, habréis escrito o habréis sido críticos con esta festividad, reivindicando el carácter propio de las nuestras.
Sin embargo, a la hora de la acción, muy pocos hemos intentado explicarles que la fiesta de los monstruos, de los muertos o de Halloween, es una fiesta que se celebra en otros países y que aquí las cosas “eran” diferentes. Pocos de nosotros o de vosotros, habréis ido a ver alguna interpretación teatral del Tenorio, a comer gachas, habréis cambiado las chuches por los huesos de santo, o habréis explicado cual era y es el sentido de nuestra tradición en estos días. Una tradición ancestral, que aunque mucho menos llamativa para ellos que la importada, es nuestra y además está llena de significados que son mucho más profundos y reconfortantes para el alma que la de susto o trato.
Ayer fue satisfactorio ver niños vestidos de carmelitas por las calles, niños con sus padres celebrando el paso de una Virgen, familias acudiendo a misa, sintiendo y viviendo no sólo las tradiciones sino también la fe. Niños, que como los míos, días antes habían disfrutado de las fiestas de otros países, quizás obligados por la globalidad y la inmersión lingüística. Mi opinión es que podemos, más bien nos vemos obligados a convivir con ellas, pero teniendo presente que es importante mantener vivas las nuestras. Tendemos que reinventarlas, adaptarlas a las necesidades de nuestros herederos, ya que es la única manera de hacerla germinar para que en un futuro cercano no desaparezca.
Hoy día de los difuntos, a diferencia de antaño, muchos seremos los que no acudamos a los cementerios, pero sí le dedicaremos una oración, una plegaria, al cielo por aquellos que nos dejaron en esta vida, por aquellos que se fueron de nuestro lado pero nunca de nuestro pensamiento y sentimientos, pues mientras estén en nuestro corazón y en nuestro recuerdo permanecerán vivos y este gesto, puede ser un pequeño y evidente ejemplo de cómo transformar una tradición sin que se pierda su esencia.
Manuel Orozco
Foto Raúl Hernández